Diego Izco

TIEMPO MUERTO

Diego Izco

Periodista especializado en información deportiva


Autoestima

12/03/2021

Hay dos formas de contarlo y todo depende de cuál sea el orden de los factores que, vaya, sí altera el producto. Puedes decir: «El Barça lavó su cara en París y se marchó con la cabeza alta, pero no hay que olvidar los desastres tanto de la ida como del 0-3 ante la Juve, el que le condenó a ser segundo de grupo», pero también puedes decir que «a pesar de los desastres de la ida y del 0-3 ante la Juve, el que le condenó a ser segundo de grupo, el Barça lavó su cara en París y se marchó con la cabeza alta». El primero te lo dirán el crítico, el enemigo, el que no quiere disparar falsas euforias; el segundo, el optimista a toda costa, el amigo y el que necesita levantarse la estima. Y de esto último, de eso que los expertos llaman autoestima, iba el partido del Parque de los Príncipes: de orgullo y redención.

Detrás del «si llega a entrar el penalti de Messi» o «si Lenglet no llega a pisar a Icardi» hay una historia de liberación de un equipo que llegó a plantearse seriamente si era eso, un equipo, o directamente un desastre. El punto de inflexión se dibuja en cuatro esquinas: la Liga (el 0-2 ante el Sevilla y el 1-1 del derbi madrileño), la Copa (remontada 3-0 ante el Sevilla), las elecciones (el regreso del carisma de Laporta, vieja savia nueva para un club necesitado tras la ruina Bartomeu) y la Liga de Campeones, donde no hubo ni remontada ni siquiera victoria, pero sí la sensación de que, más allá de Keylor Navas, ambas fueron posibles durante un instante.

Este Barça que mezcla generaciones, Messi con Pedri, Alba con Dest, De Jong con Busquets, sigue siendo atractivo y cuenta con un patrón (Koeman) atrevido y con mucho fútbol en la cabeza. Claro que no hay que olvidar que eran ellos mismos cuando el 0-3 (Juve), el 1-4 (PSG) e incluso el 2-0 (Sevilla), pero si el fútbol no va de emocionarse y pasar del desastre a la euforia en un partido, ¿de qué va?

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