Historia en piedra: Fuente pública

Rafael Cantero
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A mediados del siglo XIX el Ayuntamiento de Ciudad Real decidió construir tres fuentes de agua en la ciudad, una en la plaza del Pilar, que en 1887 fue trasladada junto al desaparecido árbol gordo o de la suerte, hoy monumento al Pozo de don Gil

Antigua fuente en El Pilar. - Foto: LT

El hombre desde sus orígenes ha intentado establecerse cerca de una fuente, un manantial, un arroyo o un río que satisficiese sus necesidades, porque la existencia de agua ha sido condición indispensable para la vida del ser humano.

A medida que fueron creciendo las poblaciones y aumentando su número de habitantes, fue haciéndose necesario complementar lo aportado por la naturaleza con obras realizadas por el hombre. Surgieron así los primeros intentos de almacenar y conducir el agua a determinados asentamientos a través de incipientes redes de suministro.

Frente a las fuentes naturales que permitieron el acceso al agua que ofrece la naturaleza de forma espontánea, surgieron las primeras fuentes artificiales, construidas en las aldeas, pueblos y ciudades, y que durante muchos años facilitaron a sus habitantes el agua que requerían.

Actual monumento al Pozo de don Gil.Actual monumento al Pozo de don Gil. - Foto: Rueda VillaverdeLa escasez de agua ha sido una constante histórica en nuestra ciudad, tan escasa siempre de precipitaciones. Desde siglos, Ciudad Real se ha surtido del agua proveniente de los pozos excavados en el subsuelo, muy populares fueron los pozos del Concejo, Santa Catalina, San Sebastián o el conocido como Pozo Dulce.

A mediados del siglo XIX el Ayuntamiento de Ciudad Real decidió construir tres fuentes surtidoras de agua en nuestra ciudad, una en la plaza del Pilar, y las otra dos en la plazuela del Carmen y en la plazuela que hoy conocemos con el nombre de Virgen de las Lágrimas, frente al colegio de San José. Estas primeras fuentes de Ciudad Real tuvieron un fin eminentemente práctico, facilitar el agua a los vecinos, por lo que huyeron del carácter ornamental que tuvieron otras fuentes que se construyeron por esa época en otras ciudades, donde primaba el elemento urbanístico que contribuía al embellecimiento del entorno.

La fuente que se instaló en la plaza del Pilar, frente al edificio del antiguo Banco España, modificó su emplazamiento en el año 1887, siendo trasladada junto al desaparecido árbol gordo o de la suerte, que estaba situado en el lugar donde actualmente existe la fuente-monumento dedicada al Pozo de don Gil. Esta fuente es la que podemos observar en la fotografía superior, realizada en el año 1904. Como podemos observar se trata de una simple caseta de obra rodeada por una valla de hierro. En su parte delantera tenía el caño para llenar los cántaros de los aguadores, mientras que en su parte trasera tenía una tubería o pipa que se utilizaba para llenar los cántaros y cubas que se transportaban en carros.

Como dato curioso, esta imagen además de mostrarnos a los populares aguadores que se encargaban de llevar y vender el agua, también podemos observar cómo el edificio del antiguo banco de España, inaugurado en 1905, se encontraba en construcción.

El agua que se suministraba a través de las fuentes se cobraba por cántaros, a un precio de tres cuartos de real por cuatro cántaros, para ello, en cada fuente había un 'fuentero' que era el encargado del cobro, así como de la apertura y cierre de la fuente. Era imagen frecuente por aquella época ver las colas de aguadores y vecinos en espera de su turno para llenar sus cántaros.

A partir del año 1924, junto al agua que se suministraba en las fuentes, empezó a ponerse en marcha una precaria red de distribución, mediante la cual el agua llegaba a algunos domicilios de personas con cierta condición social. Este nuevo sistema de abastecimiento se fue extendiendo cada vez a más domicilios, trayendo consigo la paulatina desaparición del gremio de aguadores. Aún así, los vecinos, cada vez en menor medida, se siguieron abasteciendo de los pozos y fuentes públicas.