Juan Villegas

Edeumonía

Juan Villegas


Inteligencia apasionada y comprometida

10/12/2021

El viernes que viene, día 17 de diciembre a las ocho de la tarde, los amigos de Joaquín Menchen Carrasco van a presentar en la Casa de Medrano de Argamasilla de Alba, pueblo en el que nació y donde murió hace un año y medio, el libro Reflexiones del día a día, una antología de sus poemas con el que le quieren recordar y homenajear. Hoy, desde esta página, también me quiero unir al recuerdo de Joaquín Menchén, que para muchos fue un verdadero maestro, homenajearlo y en su homenaje recordar a todos los que en su vida han sido y son maestros. 
Decía Ortega y Gasset que nuestro conocimiento siempre consiste en una perspectiva de la realidad y que cada uno conoce las cosas desde un momento y unas circunstancias concretas, desde su propia historia. Hablamos de las cosas y personas desde lo que cada uno es y desde la relación particular que mantenemos con ellas. Sobre Joaquín Menchén se podría hablar mucho a propósito de cada una de sus múltiples facetas y de las tantas cosas a las que se dedicó en su vida: poeta, sacerdote, prestigioso y reconocido biblista (traductor de alguno de los libros de la Biblia), profesor de lenguas y cultura clásicas, político… En mi caso, al hablar de Joaquín Menchén lo hago desde lo que fue para mí, un educador, un maestro en el más amplio y noble sentido de la palabra. Con Joaquín aprendimos lo más valioso que puede trasmitir un buen maestro, valores, valores enseñados con el testimonio y el refrendo de la propia vida, valores que ahora como padres y profesores algunos nos gustaría seguir trasmitiendo. 
Quienes fuimos alumnos suyos seguimos agradeciendo cómo nos acercó a una religiosidad alegre y abierta, lejos de moralismos y 'liturgismos' vacíos en sus formas. Nos enseñó el aprecio por el trabajo intelectual y la cultura. Supo trasmitirnos la inquietud intelectual y con él nos adentramos en el mundo apasionante de la cultura de aquellos momentos y de la que ha permanecido durante siglos, la clásica. A algunos nos acompañó y estimuló en nuestros primeros pasos en la poesía, en largas veladas aprendimos a escuchar música, a tocar instrumentos, algunos a cantar. Con él nos adentramos en el teatro, en la lectura crítica de periódicos y de la buena literatura. Pero al mismo tiempo nos hizo comprender que el estudio y sus frutos no debían ser signos de distinción y exclusividad, ni para el privilegio, sino para el servicio, no para dividir ni para alejar sino para acercar. Un saber siempre comprometido con los más pobres y los más débiles. Aprendimos que las cátedras que importan no están en Madrid, ni en Salamanca, ni en Oxford, ni en Harvard, tampoco en Tubinga, ni en Roma, sino en las calles y en las casas de los más desfavorecidos. Nos enseñó a valorar los saberes, tanto las ciencias como las letras, el estudio de las matemáticas y de la naturaleza, el valor del griego y del latín, no para volver a las misas que nadie entendía sino para comprender y explicar mejor a San Agustín o a Santo Tomás. Pudimos encontrar también en él la entrega con pasión a las grandes empresas pero también a las pequeñas cosas del día a día, a los importantes trabajos de traducción bíblica así como a los partidos de ping-pong de los recreos o ¡cómo no! a los siempre intensos partidos de fútbol. De él aprendimos a paladear la vida, a apurar cada uno de sus minutos, a no dejar sitio a la indiferencia , al aburrimiento, a la desidia o el desencanto. Justo hace ahora dos años, cuando él ya sabía que las cosas no iban bien, estuvimos en Argamasilla algunos antiguos alumnos comiendo en él. Unos días después recibimos una de sus últimas poesías:

Es difícil mantener la sonrisa
y ofrecer esperanza a manos llenas, 
no es fácil ahogar las propias lágrimas 
ante el golpe inclemente del destino.
Es más fácil sucumbir al desánimo 
cuando faltan mañanas y horizontes, 
y se nublan los viejos ideales,
y no brotan las nuevas sementeras.
Pero a pesar de todos los pesares, 
mientras haya esperanzas incumplidas
y guarde vuestro nombre en la memoria;
mientras quede un aliento y un latido 
y pueda ver la luz entre las lágrimas, 
os brindaré mis sueños y sonrisas.