¿Qué se escucha en los círculos económicos y políticos de Madrid?

Pilar Cernuda
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El Gobierno ha tensado mucho la cuerda con iniciativas de Podemos como el acercamiento a Bildu y a los independentistas catalanes o los cambios en el delito de sedición y los indultos

Cruce de miradas entre la diputada de Bildu Mertxe Aizpurua y Pedro Sánchez en el Congreso - Foto: EFE

Algo grave está sucediendo en España cuando no hay día en el que no se produzca algún nuevo choque de trenes políticos y, sin embargo, nada ni nadie parece hacer sombra a un Gobierno que, probablemente, completará la legislatura a pesar de que solo sus miembros -y no todos- están conformes con las decisiones de su presidente y de su vicepresidente segundo, aunque han demostrado su incapacidad para afrontar los problemas más serios que tienen los españoles. 

 Los constantes choques de trenes pueden tener consecuencias letales. De hecho, ya las están teniendo: cifras insoportables en materia sanitaria, laboral y económica, asalto a las instituciones del Estado y desmoronamiento de la credibilidad de figuras políticas que, por el cargo que ocupan, merecerían, por lo menos, el respeto ciudadano.

El primer gran choque se vive en el Ejecutivo, aunque en honor de Pablo Iglesias hay que reconocer que es el dirigente podemita quien parece llevarse el gato al agua. Está ganando una batalla que es probablemente la más importante que se dirime hoy en España, la forma de Estado, con apenas dos o tres ministros que han dado la cara para defender la figura del Rey. Uno de ellos, el titular de Justicia, ha dicho en sede parlamentaria que daría la última gota de su sangre para defender la Monarquía, pero justificaba lo injustificable, que el Gobierno vetara la presencia del Rey en un relevante acto judicial en Barcelona, diciendo que la ausencia de Felipe VI era por razones de «convivencia». 

Una vez más, el Gobierno se contradecía o, lo que es peor, mentía sobre las razones del veto al Rey. 

No hubo choque de trenes en el Gabinete porque a los ministros descontentos con Podemos les falta el coraje necesario para expresar su disconformidad con algunas decisiones polémicas que toma el presidente en los últimos tiempos, pero el descontento existe. Excepto en Pedro Sánchez, que parece encontrarse cómodo con los ataques al Rey y ni siquiera ha sido capaz de dar la cara por el Jefe del Estado en la Sesión de Control al Gobierno del pasado miércoles, tras una bochornosa intervención de su vicepresidente segundo en la que reiteraba su reivindicación de la república y el independentista Gabriel Rufián ligaba la Monarquía española con el franquismo, mostrando una fotografía del dictador al lado del entonces Príncipe Juan Carlos.

El Rey Felipe, en el Foro La Toja, midió sus palabras ante un auditorio con personalidades españolas y extranjeras de renombre, sin mención ninguna al debate político y poniendo el acento en las relaciones de España con Latinoamérica. Ofreció un mensaje esperanzador de futuro al decir que España cuenta con los mecanismos necesarios para hacer frente a cualquier situación. 

En ese foro, tanto los expresidentes Felipe González como Mariano Rajoy expresaron con sus palabras su apoyo al Rey, al igual que el presidente gallego, Núñez Feijóo, y también una figura que causa gran respeto en el escenario europeo, el presidente de Portugal Robelo da Sousa.

Pedro Sánchez debería andarse con más tiento en las cuestiones relacionadas con la Monarquía. Ha tensado mucho la cuerda con iniciativas procedentes del mundo de Podemos -acercamiento a Bildu y a los independentistas catalanes, cambios sobre el delito de sedición o sobre los indultos- y si a ello se añade asumir las posiciones antimonárquicas que propugna Podemos puede saltar la chispa socialista que hasta ahora no había saltado. 

Son significativas las palabras de Felipe González diciendo que cambiar la Monarquía por «la republiqueta que pregona Podemos» supondría la destrucción de España y que «con lo que me quedan de fuerzas y con la edad que tengo» combatirá cualquier iniciativa en contra de la Monarquía.

Descontento

Felipe González ya no es un referente en el PSOE, pero puede volver a serlo. El descontento que podría desalojar a Sánchez del poder llegaría si no se enderezan las cifras económicas y laborales, y aunque en septiembre los datos de empleo han sido buenos, no hay analista que no haya advertido sobre el revés que significan.

El expresidente fue la primera persona en enarbolar la defensa del Rey Juan Carlos, aunque con el paso del tiempo son cada vez más las figuras que se cuestionan la forma en que ha sido obligado a irse de España. Llegan, además, noticias de Abu Dhabi que desmienten el lujoso tren de vida que esgrimen quienes tratan de descalificarle: pasa la mañana y tarde en rehabilitación, ejercicios más piscina, almorzando en la propia clínica y por la noche se entretiene con alguna película. 

Hasta ahora, la única manera de pensar en la posibilidad de que Sánchez dejara la Moncloa era que él mismo se viera obligado a tirar la toalla. No por el descontento generalizado que provoca que haya renunciado a algunos de los puntos de referencia de la familia socialista, la defensa de la unidad de España, de la Constitución, políticas sociales justas y dejar que actuara la Justicia siguiendo lo que marcan las leyes. Lo que puede provocar un malestar tal que Sánchez sea incapaz de afrontarlo sería que la calle se llenara de personas que jamás conocieron la precariedad y que ahora no tienen para comer. Suena muy trágico, pero ese escenario no es imposible a medio plazo.

Y en esa situación, podría surgir algún dirigente socialista dispuesto a presentar una iniciativa parlamentaria que, esta vez sí, cuente con el respaldo suficiente de diputados que hoy son sanchistas y que en unos meses podrían apoyar a un candidato de su partido con sentido de Estado, capacidad de gestión y respaldo de otras fuerzas políticas dispuestas a defender a los españoles de forma diametralmente distinta a como lo hace el actual Gobierno.

De esto se habla en los círculos políticos y económicos de Madrid.