José Rivero

Doble Dirección

José Rivero


Bienio

19/01/2022

El bienio, como bien es sabido, alude al periodo temporal de dos años; cosa que explicita su propia genealogía estricta y terminológica. Hay quien piensa que la manera de relatar el paso del tiempo en paquetes –ya bienios, ya trienios, ya quinquenios– refleja o bien una pereza del relator, cansado de la secuencia –que opta por agrupar los paquetes de tiempo en envases de mayor tamaño, para hacer más razonable su propósito narrativo y reducir su esfuerzo numeral–, o bien una irrelevancia de los hechos alojados en ese espacio temporal –y por ello precisa la concentración de los días para hacer más sensible y paladeable el recuerdo, en una suerte de aumento de la densidad, como si de un alcohol o un aceite se tratara–. Era propio de la historia antigua –tanto antigua por su distancia inicial, como por su metodología final–, abarcar décadas, centurias y hasta eras en esos propósitos discursivos del tiempo y su transcurso.
Digo todo esto por el leve despliegue sostenido días pasados en la conmemoración de la efemérides del segundo año del actual gobierno, presidido hegemónicamente por Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Un gobierno –de coalición progresista, como gusta saborear y repetir a su presidente, cuando habla de él– que acaba de cumplir sus dos años de recorrido. No sé si, contra todo pronóstico –dada la insuficiente mayoría parlamentaria que lo sustenta– y de aquí el énfasis del recordatorio; o contra toda evidencia –como argumentan algunos–. Fuerza es reconocer en ese mérito de la permanencia gubernamental bienal, la furia de los días. Días recorridos, prácticamente, por la colosal pandemia del COVID-19, a la que se han agregado, a la postre, problemas socioeconómicos derivados. Empresas en ERTE, parálisis de sectores productivos afectados por el intercambio, bloqueo del sistema sanitario en su conjunto, que ha determinado un difícil conllevancia del país en su conjunto con la vida cotidiana. La economía bloqueada –y sólo oxigenada por los planes extraordinarios de la Unión Europea–; la crisis energética, con precios disparados de electricidad y gas que determinan un encarecimiento añadido, que nos ha llevada a una tasa de inflación de record desde hace 30 años; cierta inestabilidad institucional, perceptible en la crisis de la institución monárquica y en el bloqueo en la renovación de órganos jurisdiccionales, y la problemática territorial especifica, entre el nacionalismo irredento y la despoblación significada. Todo ello compone un friso complejo y comprometido de un bienio negro, para algunos; blanco para otros. En una suerte de escaques del tablero de ajedrez en una partida disputada con el futuro.