Pastoreo trashumante

Ana Pobes
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Los hermanos Cardo mantienen viva la tradición de la trashumancia y cada año trasladan cerca de 1.500 ovejas desde la Vega del Codorno (Cuenca) hasta Mestanza en busca de temperaturas más suaves y mejores pastos

Pastoreo trashumante - Foto: Tomás Fernández de Moya

Aún no han salido los primeros rayos del sol, y los hermanos Juan Manuel y Antonio Cardo Montes ya han empezado con el ritual trashumante. Es el momento del aseo personal, el desayuno, recoger los bártulos y las tiendas de acampada y 'despertar' a las casi 1.500 ovejas que les acompañan en este viaje que iniciaron el 29 de octubre desde la Vega del Codorno (Cuenca) y que tuvo como destino la finca Cañaveral, en Mestanza. Casi un mes andando unos veinte kilómetros diarios en busca de mejores pastos y temperaturas más suaves para el rebaño y con el Valle de Alcudia como meta, donde permanecerán seis meses para regresar de nuevo a Cuenca.  

Son los últimos trashumantes a pie de la provincia conquense. Algo enorgullece por mantener una tradición que se remonta al rey Alfonso X 'El Sabio', que concedió en 1273 los privilegios al Concejo de la Mesta de los Pastores para que pudieran moverse libremente con sus rebaños respetando las cinco cosas vedadas: viñas, panes, huertas, dehesas y prados de guadaña. Una tradición que llevan haciendo «toda la vida». Empezaron con unos 15 años, viajando con las ovejas recorriendo las cañadas reales. Un viaje al que hace tan solo unos años se sumó Aitor, hijo de Juan Manuel, y que este año, en alguno de los tramos, lo ha hecho acompañado de su novia Irene Ruiz. Ella no es la única que se estrena en este pastoreo trashumante, también lo hace Emilio Guadalajara, profesor jubilado que cumple su sueño de realizar la trashumancia. Una gran familia a la que por segundo año se suma José Manuel Mayordomo, cartero jubilado, y en la que también forman parte tres caballos y cinco perros tras el fallecimiento de uno de ellos por atropello en la zona de Las Pedroñeras. «Era el mejor que teníamos», lamenta Aitor.    

Acostumbrados ya al trayecto, años atrás trasladaban el rebaño en tren hasta que se eliminó el servicio. Ahora, únicamente pueden hacerlo a pie o en camiones, pero esta última opción supone un elevado coste. Cada camión cuesta unos 900 euros y para transportar 1.500 ovejas se necesitan cinco, lo que dispararía el precio a 9.000 euros, es decir, 4.500 euros para el viaje de ida y otros 4.500 para el regreso. Se paga la comodidad, argumenta Aitor, pues el viaje en vez de hacerse en más de 20 días se hace en seis horas. Pero con la trashumancia, «las ovejas van menos estresadas, van comiendo por la cañada y se genera un beneficio en la finca, pues en estas dos semanas de trashumancia se da tiempo a que la hierba crezca», comenta mientras camina junto a su novia, Irene, que asegura que se ha adaptado «bastante bien. No hay cosas negativas. Es una experiencia dura pero muy gratificante si te gusta el campo», señala.  

Pastoreo trashumante Pastoreo trashumante - Foto: Tomás Fernández de MoyaOpinión que comparte también Emilio. Él es el otro novel de la trashumancia. Maestro de escuela ya jubilado asegura que la experiencia es «muy positiva, porque conoces a gente estupenda. Somos un grupo muy compenetrado y eso es de agradecer».

Reconoce que las condiciones endurecen la trashumancia. «Los problemas que hay en la cañada es que algunos tramos son un vertedero o una escombrera. Tener las cañadas es un privilegio. Es algo de todos, no solo de los pastores ni de los animales. Es un bien que pertenece a toda la sociedad y por desgracia hay gente que se aprovecha de ella, pues algunos agricultores les da por fumigar la cañada provocando así la muerte de animales al ingerir esa hierba. Eso es lo peor del viaje», añade Aitor.

La falta de agua es otro de los problemas a los que se enfrentan y al que ponen solución gracias a la ayuda de la gente de las explotaciones y de los ayuntamientos cercanos. «Es cuestión de comunicarte con ellos y que nos ayuden a tener agua a través de cubas o mediante bombas conectadas a sondeos y pozos», comenta Juan Manuel Cardo. La lluvia es fundamental en la trashumancia, no solo para que puedan beber los animales sino también por el pasto. Dificultades y obstáculos que, junto con los achaques de la edad, llevan a los hermanos Cardo a pensar en jubilarse en esto de la trashumancia, al menos en la próxima primavera, que regresarán a Cuenca en camión. Son, posiblemente, los últimos coletazos de la ancestral trashumancia. 

Pastoreo trashumante Pastoreo trashumante - Foto: Tomás Fernández de Moya

 

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