Dos décadas sin Lolo Sanroma

Eduardo Gómez
-

Hoy se cumplen 20 años del fallecimiento del inolvidable ciclista almagreño. Sus sobrinos Manuel, Rubén y Alonso brillan ahora en categorías inferiores y su hermano Jero agradece las muestras de cariño para mantener viva su memoria

El hermano y los sobrinos de Manuel Sanroma, con integrantes de la peña Lolo Sanroma y alumnos de la escuela de ciclismo de Almagro, junto al monumento en su memoria en la ciudad encajera. - Foto: Pablo Lorente

Hace 20 años, tal día como hoy, el deporte provincial vivía uno de sus días más trágicos. Manuel Sanroma Valencia fallecía en un esprint durante la Volta a Cataluña en la localidad barcelonesa de Vilanova i la Geltrú. A los 22 años se truncaba la carrera del velocista almagreño, que acumulaba ya un impresionante palmarés y que se había ganado el cariño de todos los aficionados.

Dos décadas más tarde el recuerdo de Lolo Sanroma continúa muy presente. Los tres hijos de su hermano Jero, Manuel, Rubén y Alonso, compiten en las escuelas de Almagro y un numeroso grupo de aficionados integran una peña que lleva su nombre y que participa en numerosas actividades, impulsando entre otras iniciativas el Memorial Manuel Sanroma, que en los últimos años ha abierto el calendario élite y sub 23 en España, así como una ruta cicloturista. 

Si hay una persona que le conoció como nadie fue su hermano Jero, que destaca el cariño que se había ganado en sus primeros meses en el pelotón profesional. «No ha pasado un día sin que me haya acordado de él. Tenía 22 años, pero era como un niño», recuerda con nostalgia. «Lolo no podía ni imaginar lo que la gente le quería y me quedo con eso, aunque por desgracia él no lo pudiese ver en vida. Mi hermano sigue vivo en la mente de la gente y eso es un orgullo para la familia».

Era tal el cariño que se tenían los hermanos que Lolo rechazó ofertas económicas más importantes para renovar con el equipo Fuenlabrada para ayudar a que Jero también pasase a profesionales.

«Él era un ganador y yo un trabajador, pero qué mejor que trabajar para tu hermano. En Venezuela llegué a ganar una etapa», recuerda Jero, que tras el accidente de su hermano intentó continuar con su carrera. «Tuve caídas y veía a mis padres sufrir. Llegué a la conclusión de que no merecía la pena». Colgó la bicicleta y continuó con el negocio familiar en una carnicería, donde sigue a día de hoy.

Otro episodio para recordar fue la victoria de Lolo ante Mario Cipollini en la Vuelta a la Comunidad Valenciana de 1999. El italiano del equipo Saeco era el gran dominador por aquel entonces de las llegadas masivas y no dudó incluso en cerrarle. Nada frenó al bravo ciclista almagreño, que con un tremendo desparpajo le recriminó este incidente. Horas después Cipollini, toda una estrella mundial, le pedía perdón y comenzaban la siguiente etapa saludándose a cola de pelotón.

Como si de una profecía se tratase, aquel día Sanroma lo advirtió: «A 70 kilómetros por hora hay toques que pueden provocar caídas muy graves».

El esprinter de Almagro se fue convirtiendo en un fenómeno social en la estructura de un modesto equipo, el Fuenlabrada. Su director, Maximino Pérez se apostó  un coche con Lolo, apasionado de la velocidad, a que no lograría cinco triunfos en un año. A las pocas semanas Sanroma estrenaba vehículo. Su calidad y valentía fueron forjando una leyenda truncada trágicamente en otro esprint. El día de su entierro más de 4.000 personas se congregaron en Almagro para dar el último adiós a un deportista que dejó huella. 

Todas estas historias las han escuchado sus sobrinos, que ya llevan el apellido Sanroma por las carreras de escuelas de la provincia y de la región: Manuel (14 años), Rubén (13) y Alonso (7). 

Junto al resto de alumnos de la escuela almagreña todas las semanas se entrenan en la carretera que rodea el monumento a Manuel Sanroma, que rememora una victoria suya en la Vuelta a Asturias y que es testigo silencioso de su crecimiento en este deporte. 

Manuel acumula ya más de un centenar de victorias en escuelas, Rubén también es un corredor muy destacado a su edad y el pequeño Alonso «dicen que es un calco de Lolo, que tiene gestos que son calcados». 

Manuel Sanroma tiene ahora 14 años y es uno de los ciclistas más destacados de su categoría. «Mis abuelos, mis padres y la gente del pueblo siempre me han hablado muy bien de él. He leído su libro y he visto vídeos y es emocionante para mí». Aunque el ciclismo es una disciplina tremendamente sacrificada, el pequeño Manuel asegura que «es un deporte muy bonito. Yo animaría a todos a practicarlo».

«Mis hijos son ciclistas porque les gusta. Les llevo a todas las carreras y te confieso que cuando oigo el apellido Sanroma en el podio se me caen las lágrimas», continúa Jero, que tiene palabras de agradecimiento para la junta directiva y para todos los miembros de la peña Lolo Sanroma, así como para las instituciones y todas las personas que siguen haciendo posible que continúe celebrándose el Memorial Manuel Sanroma. «Es la manera en la que creo que a él le gustaría que se le recordase», resume. Dos décadas después la memoria de Lolo Sanroma sigue muy presente. Una persona generosa y un deportista formidable.