Historia de una reconciliación

Javier D. Bazaga (SPC)
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Las Fuerzas Armadas son actualmente una de las instituciones mejor valoradas por los ciudadanos gracias a unidades como la UME y el despliegue exterior en misiones de paz

Historia de una reconciliación - Foto: Oto

Desde hace años, el Ejército español está dejando de ser visto como una fuerza intervencionista, para conseguir ser entendido como un servicio público. No ha sido fácil quitar las manchas de aquellos uniformes que sirvieron para sostener al régimen de Franco, pero, poco a poco, las misiones de paz en el exterior y la creación de la Unidad Militar de Emergencias (UME), han conseguido darle la vuelta a una percepción del Cuerpo que ha evolucionado muy favorablemente. Así lo refleja el CIS en su encuesta periódica La Defensa Nacional y las Fuerzas Armadas.

Hoy en día son una de las instituciones más valoradas por los españoles, pero el proceso de reconciliación no ha sido fácil. Ya desde el siglo XIX la opinión sobre el Ejército se vio muy castigada. Acontecimientos como la pérdida de Cuba o Filipinas abundaron en el desprestigio de los soldados en 1898. A principios del siglo XX, con las guerras de Marruecos, la situación tampoco mejoró. El desastre de Annual en la guerra del Rif, donde perecieron más de 11.000 militares intentando mantener el protectorado de Marruecos frente a la revuelta de Abd el-Krim, fue clave en el desencanto de la sociedad española con un Ejército que, por su parte, se cebó precisamente contra las clases más humildes, que fue luego donde más creció ese antimilitarismo.

Acontecimientos con los que «comienza a haber un divorcio que va acrecentándose a lo largo del siglo XX entre las Fuerzas Armadas y la sociedad civil», explica el historiador Juan Carlos Losada, autor del libro El ogro patriótico. Los militares contra el pueblo en la España del siglo XX (Ed. Pasado y Presente). Y es que este desastre desembocó en la dictadura de Primo de Rivera, que convirtió al Ejército en la única fuerza capaz de mantener la estabilidad.  «Es el garante del orden público, represor de las huelgas y disturbios. Es el único armazón capaz de sostener a un Estado débil».

Historia de una reconciliaciónHistoria de una reconciliaciónEl coronel José Luis Calvo, jefe de la División de Coordinación y Estudios de la Secretaría General de Política de Defensa del Ministerio de Defensa (Segenpol), también coincide en estos motivos históricos para explicar esta desafección de la sociedad hacia el Ejército. «Hay un intervencionismo militar en la política que seguirá presente hasta los 80». Un intervencionismo que irrumpe de manera definitiva y abrupta en la sociedad con la sublevación de 1936 que desembocó en la Guerra Civil. Desde ese momento, los militares fueron vistos como una amenaza para el pueblo. «Las Fuerzas Armadas eran uno de los pilares del régimen, y eso fue muy negativo», recuerda este coronel, que incide en que «de eso hace ya 40 años, y los que estamos hoy en los distintos Cuerpos militares éramos niños durante la dictadura». Sin embargo, admite que ese concepto «ha costado quitárselo».

Y no es para menos, el militarismo estuvo en las calles hasta la misma muerte de Franco. Incluso después, el Ejército seguía completamente alineado con ese principio, y había nostalgia en algunos mandos. La institución aún no era compatible con los principios democráticos. Tras la muerte del dictador, hubo aún 10 años de amenazas golpistas, y alguna que otra intentona. «De coronel para arriba eran todos excombatientes. Había que mantener vivo el 18 de julio», comenta Losada, que se detiene para destacar el papel del Rey Juan Carlos durante la intentona golpista de Tejero, ya que «si hubiera mirado para otro lado, el Golpe habría triunfado». «Ocurrió y tuvo consecuencias, por eso esa relación con la sociedad es diferente que en otros países», reflexiona el coronel Calvo Albero.

nuevos tiempos. Mientras, se sucedieron otros elementos a favor de la integración de las Fuerzas Armadas en la sociedad. Aquellos mandos y excombatientes melancólicos se fueron jubilando o muriendo. Dieron paso a nuevas generaciones. «Los militares van viendo que la democracia no es tan mala, que no es el fin del mundo, y empiezan a pensar en un modelo de convivencia europeo y democrático. Se evidenció que la España de 1977 no se parecía en nada a la de 1936», explica Losada.

Historia de una reconciliaciónHistoria de una reconciliación - Foto: ELOY ALONSOCalvo menciona otro elemento de claro distanciamento: el sentimiento de defensa frente al enemigo externo que sí que ha unido a otras sociedades con sus Fuerzas Armadas. «España fue neutral en las dos Guerras Mundiales y desde la invasión napoleónica no ha habido una batalla con un enemigo exterior», aclara. Es decir, el Ejército siempre había combatido dentro de las propias fronteras, y contra sus propios conciudadanos. Es por eso que el experto en Historia alude a que «la gente veía en los soldados al gran enemigo».

Pero en los años 90 empezó la apertura al exterior con misiones en el extranjero. «Misiones de paz», especifica Calvo, y de «estabilización» de otros territorios que necesitaban la ayuda y la formación de ejércitos más preparados y profesionalizados. La incorporación de las FAS a la Unión Europea y a la OTAN ha diversificado mucho las funciones de los militares, y ha contribuido a mejorar esa imagen. Empieza a dejar de verse a una fuerza de represión. Ahora son una fuerza de apoyo. Ver la bandera de España bajo los cascos azules junto a fuerzas de otros países en lugares como Bosnia o Centroamérica facilitó ese cambio de percepción. Hoy están en Líbano, Malí o Irak, apoyando y adiestrando a los cuerpos locales en la lucha contra el terrorismo. «No son misiones de combate, y gozan del apoyo de la población», se felicita el jefe de la División de Coordinación y Estudios de la Segenpol.

Es ahí cuando empieza a generarse ese sentimiento del que sí han disfrutado en otros países como Francia o el Reino Unido, siendo el máximo exponente EEUU donde «tienen a los militares en un pedestal». Sin embargo, esa es una imagen que también distancia a la población del Cuerpo, observa Calvo.

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También ayudó la supresión del servicio militar obligatorio, que generó en su momento un movimiento contrario de insumisión y de objeción de conciencia. El Ejército hoy está profesionalizado y altamente formado. «Ya no son ese grupo de gorilas y espadones», añade el historiador.