Manuel López Camarena

El Yelmo de Mambrino

Manuel López Camarena


ETA debe mojarse más y con más riesgo

21/10/2021

Confieso que nunca creí que ETA respetase su declaración de alto el fuego definitivo y abandono total de las armas y el terrorismo -lucha armada decían ellos-, cuando hace diez años, fecha que ahora conmemoramos casi todos, anunciaron a bombo, platillo y chistulari tan decisión. España, ¡qué remedio nos quedaba a la mayoría machacada por el salvajismo irracional de los comandos etarras!, respiró un tanto y, en el fuero interno y silencioso de cada español, algunos miles de vascos y navarros incluidos también, debieron rezar a sus vírgenes y santos para que la promesa de los chicos de la capucha se mantuviese, como prometían, para siempre y para que, yo al menos sí lo hice así, fuesen detenidos, juzgados y condenados a las penas que marcan las leyes españolas, que por cierto, incluso para los gravísimos delitos de terrorismo, son blandas como pasta de croquetas o natillas para enfermos. (Hoy, cuando vemos la frecuencia y la ferocidad con la que grupitos de manifestantes y defensores de los botellones y demás manifestaciones de rebeldía post-COVID, golpean, muchos se preguntan -el profesor Urra ayer mismo- las causas que han llevado a esta peligrosa situación de auténtica 'kale borroka' de fin de semana, y creo que tanto Urra, como los demás Urra que en el mundo han sido, -políticos, periodistas, profesionales del enjuiciamiento mental y demás respaldadores de una equivocada libertad nacida al socaire de la Pandemia-,  deberían trabajar no por instaurar un régimen de libertinaje, como se está haciendo, sino por que hubiese un poquitín más de seriedad y rigor -léase severidad- en los juzgados y un algo más de libertad de actuación para las fuerzas del orden, que van al degolladero trabadas con las maneas puestas atándoles las manos).
Pero vuelvo a ETA, que sembró infinito terror, muerte y dolor en todas las capas de la sociedad española, incluidas las más pudientes, tanto económica como profesional o políticamente, aunque destacasen los militares y fuerzas de seguridad y orden, así como ciudadanos de toda condición, que eran asesinados en las explosiones de coches bomba y demás sistemas de muerte masiva. ETA, muy derrotada  pero, creo honradamente,  menos de lo que se decía, con mucha presión también en Francia -el malvado Giscard, que presumían de su bastardía, ya se había ido al desván del Elíseo-, y con menos simpatías cada día, aquí y allá,  decidió, estimo, subirse al carro que mandaba en Europa y el mundo occidental y tratar de agarrarse a él y seguirle en su viaje. Vamos que quería  hacer política mezclada con sus sanguinolentos recuerdos. Gracias a unos cuantos, los rojos siempre por delante en estas cosas, les fueron dando vidilla y metiéndoles en el asunto de las negociaciones y ahí tenemos a Otegui, hecho un tío que se codea con casi todos, incluido el recuerdo de demócratas de verdad, a los que, casualmente, quitaron de en medio sus propios compañeros de ETA y quién sabe si él mismo. No basta lo hecho y lo dicho para reintegrarse en la sociedad, las cárceles están esperando a muchos aún. Y atentos a Sánchez, que se puede comer su ¡Rotundamente no! de ayer.