Sufrimiento extra para la piel

SPC
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El uso de las mascarillas y de gel hidroalcohólico está incrementando algunas afecciones como la dermatitis o el acné, por lo que se hace más importante que nunca prestar atención a las zonas afectadas

Las medidas de prevención para evitar la propagación de la COVID-19, como son el uso de mascarillas, gel hidroalcohólico o el lavado frecuente de manos con jabón, han pasado a formar parte de nuestra vida diaria. Hábitos que hemos incorporado ya a la actividad cotidiana, pero que están acarreando consecuencias para la piel, ya que en los últimos meses se han incrementado los nuevos casos, o el empeoramiento de los ya diagnosticados, de alteraciones como la dermatitis o el acné.

Según explica Maialen Elizari, experta del Departamento Científico de Cinfa, «la dermatitis de contacto irritativa, sobre todo en las manos, es una de las alteraciones que más se están dando, pero también se está produciendo empeoramiento de enfermedades como acné, rosácea, dermatitis seborreica o dermatitis atópica».

La piel de las manos es una de las que más sufre, ya que el uso repetido de sustancias detergentes e irritantes, como las de los jabones y geles hidroalcohólicos, van alterando la capa lipídica de la piel. Esto provoca irritación, sequedad e incluso descamación, sobre todo en el dorso de las manos.

Para prevenir estos problemas, Elizari propone «usar geles hidroalcohólicos que, si es posible, incluyan en su composición ingredientes hidratantes. Y respecto a los jabones de manos, decantarnos por aquellos que no sean demasiado desengrasantes y que respeten el pH de la piel», explica. En palabras de la experta, «dado que la piel y las mucosas actúan como primera línea de defensa contra los agentes externos, es primordial intentar mantener esa barrera lo más intacta posible para que continúe ejerciendo su función correctamente, al igual que tratar de forma precoz las alteraciones que puedan aparecer».

Microambiente

Por otro lado, las alteraciones que genera en la piel del rostro el uso de la mascarilla constituyen el otro gran campo de batalla. Por una parte, la humedad que se acumula por la respiración y sudoración de la piel, junto al aumento de temperatura que se produce, lo que crea un microambiente que favorece la proliferación de bacterias, dilata el poro y aumenta la pérdida de agua de nuestra piel.

Por otra, si la mascarilla queda demasiado ajustada, puede ejercer una presión excesiva sobre la piel o, si queda holgada y al hablar se mueve, originar lesiones debido a la fricción. Como consecuencia, «el uso prolongado de la mascarilla puede producir rozaduras, desencadenar alergia a alguno de sus materiales o empeorar problemas de la piel previos, como sequedad, dermatitis seborreica, rosácea o maskné, térmico como se conoce en estos momentos al acné provocado por este tipo de máscaras», apunta Elizari.

Para prevenir los anteriores problemas, la experta recomienda «incluir en nuestra rutina precauciones como limpiar e hidratar bien la piel del rostro antes de ponernos y tras quitarnos la mascarilla, así como evitar el maquillaje, dentro de lo posible. Quienes presenten patologías dermatológicas previas como el acné, deben cumplir estrictamente sus rutinas y tratamientos de cuidado. Por último, podemos intentar prevenir las rozaduras con la aplicación de una crema o un stick que actúe de barrera en las zonas donde nos roce o presione el cubrebocas, como son las orejas, la nariz o las mejillas», explica la experta de Cinfa.