La chispa de la discordia

M.R.Y. (SPC)
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La reforma tributaria que quería implantar el Gobierno ha sido la gota que ha colmado el vaso y el desencadenante de un estallido social en un país hastiado con su Gobierno

La chispa de la discordia - Foto: LUISA GONZALEZ

Iván Duque pretendía que su reforma tributaria, oficialmente denominada como Ley de Solidaridad Sostenible, fuera su legado político durante este mandato, que concluirá el próximo año. Pero, lejos de ello, podría ser, realmente, su tumba política. Y es que esta nueva normativa, en lo que de verdad se ha convertido, es en la gota que colmó el vaso de la paciencia de los colombianos, que vieron cómo, nuevamente, el Ejecutivo ahogaba a las clases medias y bajas, que salieron en tromba para protestar contra los planes del Ejecutivo y acabaron asentados en las calles.

Estas manifestaciones, no obstante, no son algo nuevo. El descontento con su Gobierno viene de lejos. De hecho, a Duque le han convocado, en menos de tres años, tres huelgas generales -la última esta semana-. El estallido social se paralizó por la pandemia de coronavirus, pero ahora ni los contagios sirven como muro de contención.

Es, precisamente, la COVID-19 y, más concretamente, sus consecuencias -más del 40 por ciento de los ciudadanos están en situación de pobreza por culpa de la crisis sanitaria (hace dos años se situaba en el 35 por ciento)- la que ha provocado este choque de trenes. La reforma tributaria, según el Gabinete, buscaba aumentar la recaudación del Estado para atender mejor a las necesidades de los más desfavorecidos. Sin embargo, acababa perjudicando a las clases medias con una subida del IVA para productos y servicios básicos y con un incremento de los impuestos para los trabajadores que cobren poco más del salario mínimo. La brecha de la desigualdad se ampliaría aún más en el país más desigual de América Latina.

El clamor fue inmediato. Una ira contenida por la idea del Ejecutivo, a la que se sumó la mala gestión de la pandemia y una forma de gobernar de espaldas a la población que desencadenó una bomba de relojería que explotó en las calles.

Las protestas masivas que comenzaron como una movilización contra esa medida económica son ahora una amalgama de reivindicaciones ciudadanas, lideradas por una repulsa a la violencia policial. Porque las Fuerzas de Seguridad  han echado más leña al fuego, incrementando la represión, y en dos semanas han acabado con la vida de más de medio centenar de personas durante unas manifestaciones que han concluido, en casi todas las jornadas, en actos vandálicos y fuertes disturbios que se han saldado, además, con decenas de heridos y cientos de detenidos.

Jóvenes, indígenas y mujeres lideran el movimiento de protesta, que ha conseguido parar nuevamente al país y poner en jaque a un presidente que podría seguir los pasos de mandatarios de otros países vecinos, como Perú, donde el descontento social y la consecuente violencia policial para reprimir las protestas acabó recientemente con el Gobierno. Duque, al contrario que su colega Manuel Merino -que solo duró seis días en el cargo por la muerte de varios manifestantes a manos de las Fuerzas de Seguridad- busca ahora tender la mano a sus detractores para intentar encontrar una salida a esta crisis. Eso sí, la poca capacidad de diálogo del presidente y su equipo y el hastío de quienes salen a diario a protestar hacen temer que la situación esté lejos de solucionarse y que la tensión continúe.

De este momento tan complicado, hay quien podría sacar rédito: el izquierdista Gustavo Petro, quien perdió las elecciones de 2018 frente a Duque por un escaso margen -53 por ciento frente a 47 por ciento en la segunda vuelta-. A poco más de un año para que se celebren elecciones -previstas para  el 29 de mayo de 2022-, el candidato progresista parece recabar los apoyos de la ciudadanía: más de un 38 por ciento.

Hasta los sectores más conservadores dan la espalda al presidente -que no puede presentarse a la reelección-, mientras Petro da pasos adelante, con promesas como la gratuidad de la educación universitaria, el aumento del salario mínimo o la mejora del sistema de salud, que son algunas de las demandas de los ciudadanos, abriéndose camino para convertirse en el primer mandatario socialista en el país y cambiar, nuevamente, el rumbo político de una nación y toda una América Latina sumida en la inestabilidad.