Alhambra, cuna del teatro en la provincia de Ciudad Real

La Tribuna / A. Criado
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El equipo de arqueólogos de Oppida descubren un fragmento de terracota de máscara romana en el vertedero meridional de 'Laminium' (Alhambra), la representación teatral más antigua hallada en la provincia de Ciudad Real

Alhambra, cuna del teatro en la provincia de Ciudad Real - Foto: Jose Luis Fuentes Sanchez

El equipo arqueológico de Oppida ha hallado un importante fragmento de terracota perteneciente a una máscara teatral romana del siglo I d.C. en el conocido como vertedero o puticulum meridional de la antigua ciudad ibero romana de Laminium, actual Alhambra. Un descubrimiento que se enmarca en las excavaciones que está llevando a cabo con un plan de empleo de siete trabajadores que gestiona la asociación Tierra Roja, con cargo al Fondo Social Europeo, y en el que también participan la Junta de Comunidades y la Diputación de Ciudad Real. Se trata de la manifestación teatral más antigua hallada en la provincia, debido a que su contexto cronológico se encuentra perfectamente fechado por los hallazgos en paralelo de cerámicas de época neroniana asociadas a talleres galos propios de entre los años 50-65 d.C.

Entre los desperdicios que depositaba la población en estos vertederos siempre es posible recuperar fragmentariamente muchos elementos interesantes de la cultura indígena en claro proceso de transición a la romana y de la propiamente romana. En ocasiones, estos trozos pegan y posibilitan la reconstrucción mediante la laboriosa tarea de estudio de cada uno de los fragmentos. Ese es el trabajo de Noelia Sánchez, arqueóloga codirectora y especialista en lucernas. Destaca, en este sentido, que la decoración de los discos es de lo más variado, con escenas de gladiadores, eróticas, mitológicas, animalísticas o vegetales. Las representaciones de personajes como Hércules, Atenea y Zeus son habituales y hallarlas por cientos en las decoraciones de estos instrumentos cotidianos, necesarios para la iluminación cotidiana del hogar, las calles o los templos, es algo muy común en el puticulum.

Estas lucernas iluminarían posiblemente el teatro o lugar de representaciones teatrales del municipium dónde se utilizaría la máscara hallada en Alhambra. Este ejemplar, según relata el arqueólogo y director del yacimiento, José Luis Sánchez, «es de lo más exquisito». «En la parte conservada inferior izquierda puede apreciarse aún parte del rizo del cabello, el agujero para introducir la cuerda que fijaría la máscara a la cabeza del actor o actriz, la zona inferior del ojo izquierdo, todo el pómulo izquierdo, la mitad izquierda de la nariz y la mitad superior izquierda de la boca», explica para resaltar que «nos hallamos ante una máscara escénica femenina de tipo trágico perteneciente a la comedia nueva griega, escasa en su género en Castilla-La Mancha».

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La expresión de la máscara muestra a un personaje femenino en actitud grave que anunciaría noticias o representaría a un personaje trágico. Se conoce la existencia de 44 máscaras cómicas y 25 trágicas en el teatro que se practicaba en Roma hacia finales del siglo I d.C., de las cuales 17 son personajes masculinos y ocho femeninos. A estas últimas pertenecería el fragmento hallado en Alhambra. «Posiblemente serviría para la representación de la joven virgen de pelo ondulado, pues sus rasgos se asemejan a los hallados en la terracota laminitana», precisa Fuentes que agrega que tampoco faltan motivos para descartar que se tratara de la ‘vieja gorda’, pues los abultados pómulos tintados de negro y rojo podrían aludir a ese personaje grotesco. La presencia de colores vivos rojos en labio y pómulo representaba un signo distintivo de la actitud de los personajes. Para el caso laminitano, el rojo refleja la astucia del sexo femenino. Estas máscaras solían acompañarse de pelucas y barbas con pelo hecho de crines de caballos o de hebras de esparto teñidas en colores vivos y llamativos que también tendrían asociado un significado, al igual que los ropajes y los atributos que portarían.
El hallazgo de este elemento escénico en un contexto de deshecho de la comunidad laminitana no presupone la existencia de un teatro según el modelo clásico de gran obra arquitectónica como los construidos en Emerita Augusta (Mérida) o Tarraco (Tarragona). No sería extraño hallar grupos de actores que deambularían por el foro, las plazas y tabernas en busca de público para entretener a cambio de algunas monedas. A los arqueólogos, este hallazgo solo les permite asegurar que existieron representaciones teatrales en la ciudad en el siglo I d.C. y muy probablemente con anterioridad al momento de promoción jurídica, tiempo en el que la oligarquía laminitana, como los Licinii, una de las familias más poderosas de Laminium, acompañaba con pedestales y esculturas togadas la monumentalización del foro del municipium entre mediados de los siglos I y II d.C. Con este punto de partida, Fuentes no descarta que no existiera un teatro a modo de conjunto arquitectónico, tal y como los conocemos en otras ciudades, aunque asegura que no tienen elementos materiales para defender tal conjetura ni tampoco, por supuesto, para descartarla.