Aurora Gómez Campos

Aurora Gómez Campos


Odio en la red

06/10/2021

El odio es un borracho al fondo de una taberna, que constantemente renueva su sed con la bebida», dijo el poeta Charles Baudelaire. Mirado con la frialdad de un microscopio, el odio está muy rico tan solo al principio, pasado un tiempo de rencores y maquinaciones, el odiador se sabe adicto y reincide a pesar del escozor que produce la bilis negra. A sabiendas del efecto adictivo del odio, y según ha filtrado la ingeniera informática Frances Haugen, los algoritmos de Facebook favorecen la polarización y el discurso del odio, no eliminándolos porque eran muy efectivos para capturar la atención de los usuarios. Y es que se odia mucho mejor bajo un pseudónimo y una imagen como capa que todo lo tapa. Es cierto que una tarde al fresco, con tres o cuatro amigos, odiando con ganas, une mucho más que una tarde de bondad. La necesidad de sentir la pertenencia a un grupo es la esencia de Facebook y para eso creó la plataforma propicia para odiar a solas y en compañía simultáneamente. Es más fácil mirar a la pantalla a la gente que odia que a la gente que ama. A ver, ¿qué usuario de Facebook no está hasta la coronilla de frases de Gabriel García Márquez que nunca dijo Gabriel García Márquez?, ¿qué mejor forma de dejar de leer El Principito que asomarse a Facebook y hartarse de leer frases que no aparecen en ese libro?, ¿a quién no le repelen las recetas y consejos de vida de aquellos que parecen recién venidos de merendar con el Espíritu Santo? Con estas monsergas no es extraño que hayan surgido los haters. 
Aparte ironías, el odio es esa alfalfa que se echa a los necios para que pasten a diario en las redes sociales sin que se percaten de que están consumiendo publicidad y, lo peor, sin que se den cuenta de que la red manipula su opinión. Las redes sociales poseen un dedo alargado que señala a quién odiar, ofreciendo además una razón generalmente vaga. Se odia a alguien porque se estila, porque si no se odia al fulano de turno, uno queda mal con sus congéneres odiadores. Y empieza la escalada sobre a ver quién odia más y mejor. Se trata de una mezquindad extremada porque la persona señalada no sabe quién le acusa ni en qué momento se dictó sentencia. 
El odio social es generalmente odio simplón, frívolo y odio vacuno. Un odio de tarde de aburrimiento y de ira canalizada por el sumidero de la red social. Aquellos que se citaban para un duelo eran igualmente necios en su odio y en su exaltación del honor, pero tenían cara, carne y nombre. Sin embargo, los odiadores de red social odian por obediencia sintiéndose libérrimos. Una paradoja de la que apenas son conscientes porque no alcanzan a entender que su odio es dirigido y manipulado con alfalfa y otros pastos con el que la red les alimentan como si fueran ganado estabulado. Como aquel borracho del fondo de la taberna, cuanto más odio destilan más odio necesitan beber. Son los límites insondables de la necedad. ¡Jesús, qué aburrimiento!