Cuando The Smashing Pumpkins coincidieron con Los Chichos

EFE
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Mad Cool ofrece una actuación sorpresa del trío español en una segunda jornada cargada de rock gracias a Sharon Van Etten

Billy Corgan, cantante de The Smashing Pumpkins actúa en el Mad Cool Festival 2019 en el IFEMA de Madrid. - Foto: Ricardo Rubio

Cerca de 49.000 personas, según cifras de la organización, se dejaron seducir ayer en una segunda jornada de Mad Cool que apuntaba a rock en muchas de sus variantes, con The Smashing Pumpkins al frente, y que se ha visto sorprendido con una actuación inesperada de Los Chichos.
Antes que ellos, a ratos intimista, a ratos feroz, Sharon Van Etten ha ofrecido un concierto que rezumaba melancolía en temas como Seventeen o I told you everything, pero en el que también hubo espacio para la energía con la que cuestionó a su Comeback kid.
Con dos rayas plateadas bajo los ojos cual guerrero, Miles Kane ha irrumpido en el escenario con una energía que ha ido en aumento. Con ella el colíder de The Last Shadow Puppets le ha dado la garra necesaria a canciones como Don't forget who you are, que ha acabado con un largo coro del estribillo por parte del público, u otros temas populares como Rearrange o Cry on my guitar.

 

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Ha sido en ese momento cuando han irrumpido en el festival Los Chichos, tras un pequeño anuncio en redes y en un marco tan propicio para su rumba periférica como una atracción de coches de choque, convertida en pista de baile, que en estos días se ha revelado como uno de los puntos emblemáticos del recinto. "Como este es un sitio de rock and roll, la mayoría habéis venido por eso, pero nosotros somos muy conocidos, porque nuestras letras son realistas, por el pueblo y para el pueblo, con cosas que nos atrevimos a cantar en la dictadura, de drogas, de cárcel y de prostitutas", ha reivindicado el trío.

 

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Y así, lo que al principio solo eran decenas de curiosos se ha terminado convirtiendo en una gran fiesta sin prejuicios al son de una breve pincelada de canciones que en su momento llegaron a vender 40 millones de copias, con himnos como Quiero ser libre o El Vaquilla.
De fondo, contrastaban las melodías pop de Marina Diamandis, diva de voz engolada a lo Lana del Rey que ha pasado de presentarse como Marina And The Diamonds a ser simplemente Marina, pero sin abandonar un repertorio colorido en consonancia con una escenografía que ha servido de buena base para el baile hedonista y despreocupado, sobre todo en canciones como Primadonna.

 

Un show con tintes clásicos

Pisándole los talones ha arrancado uno de los grandes conciertos de la jornada, el de The National, que han llegado con disco calentito bajo el brazo, I Am Easy To Find (2019), coproducido por el cineasta Mike Mills y con destacada presencia coral femenina, para explayarse desde el arranque con You Had Your Soul With You y Quiet Light.
En sus 80 minutos aproximados de concierto han ofrecido un sonido preciosista, bellos riffs de guitarra y rock de altura, brillando en momentos emblemáticos como Don't swallow the cap y Bloodbuzz Ohio, acunado el público por la grave voz de Matt Berninger. Este, simulando un estado de ebriedad emocional, no ha dudado en lanzarse entre el público durante Day I die, de ese previo Sleep well beast que fue premiado con el Grammy al mejor disco de música alternativa y que en esta velada se ha convertido en uno de los momentos más catárticos y liberadores. 

 

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The National, que no se han dejado prácticamente ninguno de sus ocho discos de estudio sin tocar, ha alternado esos ritmos de ebullición tipo Graceless con otros de recogimiento como Fake Empire, hasta un final glorioso con Mr. November y Terrible Love, zambulléndose de nuevo entre las masas.
Ante tres enormes arlequines y bajo los compases del Sarabande de Haendel ha emergido desde el otro escenario el predicador Billy Corgan, con sotana negra y guitarra eléctrica, para inaugurar con Zero el concierto más esperado, el de The Smashing Pumpkins, con un arranque encendido que ha puesto las premisas muy altas. No ha sido el único clásico de un show que, aunque no ha dejado de mirar también a su pasado más reciente, ha dedicado más de la mitad del recorrido a los primeros discos de este grupo señero de los 90, como Siamese dream (1993) y especialmente Mellon Collie And The Infinite Sadness (1995).
Con ellos han llegado los temas emblemáticos, los que crean colectividad generacional y coral, así como espíritu de festival, los chisporroteos punzantes y los desahogos emocionales como Disarm, 1979 o la esperada Tonight Tonight, un torrente en expansión que ha colapsado a su término en suspiro general.