Un sistema maduro tras varias crisis globales

Hilario L. Muñoz
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Cepaim cuenta en su programa de asilo con personas que huyen de otros conflictos como Ngomensa Sharon Brenda de Camerún

Ngomena Sharon Brenda, en la plaza de las Terreras de Ciudad Real. - Foto: Tomás Fernández de Moya

La crisis de Afganistán «llega en un tiempo de madurez del sistema. El programa de asilo está más armado: en el conjunto del Estado hay 10.000 plazas de acogida y hay más tranquilidad en cuanto a los recursos y la coordinación con los recursos municipales, provinciales y autonómicos». De este modo expone, Ignacio Gómez, coordinador de Cepaim en Ciudad Real, cómo vive su organización la situación actual. Esta semana por ejemplo llegaron a Ciudad Real dos personas, una de Yemen, huyendo de la guerra, y otra de Camerún, donde son muchas las leyes y costumbres que impiden el desarrollo vital de las personas. Se trata de un aviso, ya que el programa de refugio no es solo para personas que huyen de Siria o Afganistán, los grandes conflictos, también sirve como salida para otras crisis personales y globales. Por ejemplo, Venezuela, una crisis apenas citada en los medios, con 100.0000 solicitudes de refugio en pocos años.

«Da miedo que se olviden de otro tipo de refugiados que se están atendiendo y que se invisibilicen», apostilla Pilar López, abogada y referente de equipo de Protección Internacional de Cepaim en Ciudad Real. López recuerda que, a día de hoy, en Cepaim hay siete centros de acogida, uno para mujeres, dos de hombres y cuatro para familias. Se atiende a cerca de 40 personas que han pedido refugio llegadas de Colombia, Georgia, Malí, Senegal, Camerún o Yemen. Un equipo de psicólogos, formadores, trabajadores sociales, abogados y el mediador dan su apoyo en esta labor. «Seguimos trabajando con las personas en diferentes servicios», mientras todo se prepara ante la inminente llegada de refugiados afganos.

Entre quienes están ahora en el programa está la camerunesa Ngonga Sharon Brenda, de 22 años, y que demostró su valentía cuando llegó en noviembre a España, huyendo de una situación familiar que le impedía desarrollarse. «Tengo muchas cosas en Camerún, pero quiero iniciar mi vida: soy una persona fuerte y no puedo hacer muchas cosas en mi país», comenta, sin entrar en los detalles que la llevaron a dejar su vida sin nada en la maleta.

Su intención, a futuro, es iniciar una vida que le permita trabajar e ir a la universidad. En el horizonte quiere iniciarse en el mundo de las placas solares, un trabajo que sabe que suele ser de hombres, pero quiere huir de esos clichés de género. De hecho aspira a no dejar de formarse, para tener un abanico de opciones laborales. También confía en tener tiempo para hacer un grado, de ciencias, y seguir en España sin perder de vista su país, donde sueña con crear un negocio.

Para lograrlo, en Ciudad Real ha encontrado un apoyo para desarrollarse, como la profesora de español, que le ha ayudado en este corto periodo de tiempo a expresarse de forma excepcional en su nuevo idioma y «tener las herramientas» para valerse por mí misma. De hecho cree que llegar a un municipio pequeño, «una ciudad muy tranquila», le ha permitido tomar fuerzas y recuperarse del viaje y del abandono de su país. «Me siento integrada, quiero hablar con otras personas y aprender».