Cuando menos puede ser más

I. Ballestero
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La reducción del volumen de vino exportado, en un marco generalizado de incremento en la facturación, anticipa el camino emprendido por el sector hacia el control de los rendimientos.

Cuando menos puede ser más - Foto: Rueda Villaverde

El sector del vino tiene sobre la mesa la hoja de ruta para los próximos años en forma de un Plan Estratégico que viene a pautar la evolución de bodegas y cooperativas para poder mantener y superar los actuales niveles de comercialización, y que sitúa como eje de todo la creación de una Interprofesional del Vino de Castilla-La Mancha que aborde las medidas superficiales y reformas estructurales que necesita el sector. Entre esas cuestiones, y como un cambio fundamental en la esencia del sector vitivinícola provincial y castellano-manchego, está la reducción de rendimientos, una medida cuyo impacto en la comercialización se puede adivinar con las cifras más actuales del sector, sobre todo con las referentes a las exportaciones, que son el principal termómetro para tomar la temperatura a bodegas y cooperativas.

La conquista del mercado interior sigue siendo una asignatura pendiente, aunque días atrás, en una entrevista concedida a este diario, el director de la Feria Nacional del Vino (Fenavin), Manuel Juliá, dirigía la veleta del sector hacia otros vientos. «El reto principal es la exportación, porque los volúmenes de vino han aumentado y el mercado interno no los puede asumir, así que hay que venderlos fuera», aseguraba entonces. Eso sí, a la hora de salir al exterior el sector tiene que conjugar la competencia con otros países productores con las circunstancias propias de la producción, que no siempre ha puesto las cosas fáciles a las bodegas y cooperativas de la provincia. En este sentido, las campañas de 2012 y 2013 marcaron un punto de inflexión para el sector, porque dibujaron dos escenarios extremos en apenas un año para empujar a un cambio de mentalidad que el mercado demandaba. La de 2012 fue una cosecha muy justa que disparó hasta los 0,70 euros por litro el valor medio de las operaciones de venta en el extranjero. En solo unos meses, el sector se encontró en 2013 una campaña de gran volumen que no supo gestionar, llegando a demandar al Ministerio de Agricultura una destilación de crisis que ya no se contempla, y que no se produjo porque pasaba por el bolsillo de las propias bodegas y cooperativas. El precio cayó hasta los 0,43 euros por litro en el exterior, pero la enseñanza caló hondo.

En ese año, 2014, se puede poner la punta del compás para trazar el cambio en la tendencia del sector vinícola en la provincia de Ciudad Real. Ese año, con el precio en el valor más bajo desde 2011, las bodegas y cooperativas hicieron propósito de enmienda y empezaron a alumbrar fórmulas que poco a poco iban a cristalizar en grandes acuerdos como el pago por calidades en las principales cooperativas o como la formación y capacitación de los encargados de la comercialización hacia el exterior. Ese esfuerzo, y la estabilidad de las campañas, tuvo su reflejo en una reducción del 17,3 por ciento en el volumen de vino vendido en el exterior acompañado de un incremento del 32 por ciento de la facturación, hasta situar el mercado extranjero en las cifras récord del año 2018: más de 484 millones de euros en ventas y 700 millones de litros exportados. La cantidad de vino más baja del  último lustro junto con la facturación más alta de la historia del sector.

Repuntó, claro, el precio medio de las operaciones, que también alcanzó el año pasado el volumen más alto del último lustro, hasta 0,69 euros por litro. Además, el sector del vino está atravesando un ciclo similar al que afrontó, con peores herramientas, en los años 2012 y 2013: una vendimia de escasa producción, la de 2017, seguida de una de grandes volúmenes, la de 2018 que está comercializando en estos momentos.

fórmulas. Para tratar de mantener una estabilidad que es beneficiosa para todo el sector, no sólo para la provincia ya que las grandes producciones en las zonas vitivinícolas acaban por distorsionar las condiciones globales del mercado, el Plan Estratégico del Vino de Castilla-La Mancha plantea a las bodegas y cooperativas que dibujen tres modelos diferentes como posibilidades con las que afrontar las campañas a partir de tres escenarios.

El primero, una cosecha baja (33 millones de hectolitros): 18 millones de hectolitros, más 15 de existencias iniciales (común a todos los casos). La propuesta destina a vino 11 millones de hectolitros, y deriva a vinagre y mostos 4 millones, además de 3 millones para destilación para subproductos y alcohol de uso de boca. El segundo, la cosecha media (37,5 millones de hectolitros): 22,5 millones de producción de vino y mosto. Propone deriva 13,6 millones de hectolitros a vino y el resto a mostos y vinagres (6,4) y a destilación (3,5). El tercero, la cosecha alta (48 millones de hectolitros): Producción de 33 millones de hectolitros. A vino y consumo directo, 15,2 millones de hectolitros (una horquilla de 4 millones entre la cosecha baja y la alta) y recurrir a mostos y vinagres (7,3 millones) y a la destilación (6 millones de hectolitros).