La vida sin límites de Carlos

Hilario L. Muñoz
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Carlos Vallejo está a punto de terminar la FP Básica en el 'Maestre de Calatrava' y de ser una persona con síndrome de Down con la ESO y con la posibilidad de opositar

La vida sin límites de Carlos - Foto: Rueda Villaverde

Opositar y trabajar» es el objetivo de Carlos Vallejo, un joven de 17 años, cumple los 18 el próximo 19 de abril, y que está a punto de terminar un ciclo de FP Básica en el IES Maestre de Calatrava. Su ilusión es compartida por su familia, sus amigas de clase y su pandilla de toda la vida. Se trata de la ilusión de ver como se puede convertir en un ciudadrealeño con síndrome de Down que logra el título de ESO, sin adaptaciones pedagógicas, lo que facilita que su vida no tenga límites en el futuro. Su rostro muestra el futuro posible para quienes tienen este síndrome, y que este 21 de marzo celebran su Día Mundial. Su sueño más allá de los estudios es lograr una plaza de celador, a ser posible en las urgencias como Diego, uno de los protagonistas de la serie Hospital Central, que le encanta y la sigue.

Tras la oposición y el trabajo se encuentra la idea de una vida emancipada, con piso propio o compartiendo, algo por lo que su madre lleva trabajando desde que nació. «Cuando él nació me dijeron que sería imposible que tuviera una familia, le daba el pecho y le dijeron las enfermedades que podría tener» o comentaron que no tendría «una edad mental superior a los 8 años y que solo iba a hablar si le gustaba la comida o no o como se lo había pasado en una institución», explica su madre Carmen Vallejo, artífice junto a su pareja Vicente y sus otros hijos Cristina y Pablo de buena parte del éxito. «Hablaban del límite», argumenta, cuando mira ahora que no había tal salvo lo que él quiera.

«El tener un hijo es una suerte y de una madre depende que siga siendo una suerte. Si ves un niño lo que sacas es una persona como cualquier otra si ves un hijo con síndrome de Down te pierdes el lujo de sentir la ilusión», reflexiona sobre esa vida.

Hasta llegar a esos 18 años con la posibilidad de tener un título hay horas de estudio y una agenda completa. «Él tiene la misma tarea que los demás y lo que a cualquier compañero de clase le cuesta media hora, a él le cuesta una hora u hora y cuarto», explica su madre. «Me pongo a las 16.15 horas, a las 18 horas meriendo, y de 19 a 21 horas estudio con mi madre». Los viernes toca descanso con su pandilla con la que se va «al parque, de cena o al cine». «Me siento un privilegiado», explica cuando piensa en quienes tienen síndrome de Down comparten esa alteración genética en varios cromosomas.

Aún falta la recta final, lograr unas pocas materias teóricas y hacer sus prácticas para completar los estudios. En esa carrera encuentra la implicación de toda la directiva del centro, con una jefatura de estudios en permanente contacto con su familia, entre otros aspectos para controlar la diabetes, una de las tantas patologías asociadas al síndrome, y de sus compañeras de clase, «Cristina, María, Celia, Irene y Blanca», a las que se suma esa pandilla, Hugo, Dani y Omar.  

A la ilusión de finalizar los estudios, Carlos Vallejo suma la típica por sus primeras votaciones. «Primero tengo que ver debates de políticos y prepararme», argumenta sabiendo que el derecho al sufragio, su posibilidad de votar, no se lo quitará nadie tras la última reforma electoral.