Rosablanca, un viaje del testimonio al arte

D. F.
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Las obras seleccionadas para su exposición en el Museo López Villaseñor muestran la evolución del certamen en sus primeras cuatro convocatorias, entre 2015 y 2018

Rosablanca, un viaje del testimonio al arte - Foto: Pablo Lorente

Los Rosablanca, o al menos una parte de esta familia con raíces en Villanueva del Rey (Córdoba), volvieron a reunirse en Ciudad Real, la ciudad donde muchos de ellos residieron a partir de la Guerra Civil y donde ayer les convocó Aurelio Serrano para participar en la inauguración de la exposición Plata pura las auroras..., integrada por una treintena de fotografías que han formado parte de las sucesivas convocatorias de los Premios Rosablanca de Fotografía, que se encuentra en el Museo López Villaseñor.

El certamen, que comenzó su andadura en 2015, se ha convertido en poco tiempo en el de más concurrencia en Andalucía, con la presencia de autores internacionales. Esa evolución se refleja claramente en la obras seleccionadas, donde las imágenes evolucionan desde una concepción más documental hacía una expresión mucho más artística, aunque ambos modos siguen conviviendo a la espera de ver lo que dé de sí la convocatoria de 2019, aún abierta.

En cualquier caso, el cambio de orientación en las tomas realizadas por los participantes se nota especialmente en las obras editadas en 2017 y 2018.

El principal organizador del certamen es Aurelio Serrano, que comparte responsabilidades con el Ayuntamiento de Villanueva del Rey y la Asociación Fotográfica Cordobesa (Afoco), cuyo presidente, José Gálvez, lo es también del jurado que decide estos premios. En una conversación con La Tribuna, Serrano comenta que «el premio se consolidó cuantitativa y cualitativamente en el año 2018, cuando se presentaron 269 fotografías, lo que lo convierten en el primer premio por volumen de participación de toda Andalucía», cuando el punto de partida en 2015 fue de 73 imágenes.

A pesar de ello, el organizador del certamen reconoce que el premio no es especialmente sustancioso, «250 euros, que es muy poco dinero, pero es un premio que cuenta en el escalafón de los fotógrafos», comenta.

El certamen es un homenaje también al abuelo de Serrano y su hermano, quienes gestionaban el Café Español de Villanueva del Rey antes de la guerra. Su abuelo, por su costumbre de repartir las entradas al baile que se organizaba en el café los domingos con una rosa blanca en el ojal, fue quien asignó el mote para toda la familia. Más tarde, el padre Serrano llegó a Ciudad Real como refugiado durante la guerra, más tarde fue camarero en el Gran Casino, y aquí formó su propia familia.