Griezmann, el genio oculto

Diego Izco
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Siempre a la sombra de otros, que en Francia son Kylian Mbappé y Karim Benzema, el verdadero patrón del ataque de Deschamps es el 'Principito'

El delantero del Atlético busca volver al nivel que le encumbró en 2016. - Foto: MASSIMO PINCA

Aquello de que quería comer en la misma mesa de Lionel Messi y Cristiano Ronaldo terminó en una mala digestión. Para hacerlo hay que ser muchas cosas: un futbolista descomunal, un tipo impermeable a la presión, constante, genial y capaz de tirar de todo un equipo cuando pintan bastos. Antoine Griezmann (Macon, 21 de marzo de 1991) tenía de casi todo, pero una pésima operación de marketing le dejó a los pies de los caballos: arruinó el apoyo de su próximo club (el Barça) con el documental de Gerard Piqué 'La decisión', anunciando que seguiría en el Atlético de Madrid (como hizo LeBron James en la NBA); y arruinó el de su equipo (el 'Atleti') aceptando al año siguiente una millonaria salida que muchos no le han perdonado, los que le siguen silbando en el Wanda. 

El 'siete' francés lleva dos años y medio sin encontrarse, sin opciones (ni siquiera remotas) de sentarse en esa mesa por la que suspiró en 2016, cuando fue Balón de Bronce por detrás de los dos grandes genios del balompié del siglo XXI. 

Sin embargo, durante todo este tiempo, el seleccionador de los 'bleus', Didier Deschamps lo ha mantenido como la pieza clave en la ofensiva de Francia. 

El técnico es más que consciente de que a otros se les espera: Kylian Mbappé percute y desborda, Karim Benzema crea y abre huecos… y ambos tienen tanto los focos de las cámaras como la vigilancia de los zagueros. 

Sin embargo, Griezmann irrumpe. Griezmann genera caos. Es mediapunta o volante izquierdo o mediocentro o falso 'nueve' en la misma jugada: la libertad de que dispone en los 'bleus' perfila un futbolista distinto al que hemos conocido en LaLiga. 

 

'Ser Messi'

No es ni el muchacho ágil y dinámico que explotaba cualquier espacio abierto en la Real Sociedad, ni el genio al espacio que hacía buenos los planteamientos férreos de Diego Pablo Simeone en el cuadro colchonero ni el 'figurón' de 120 millones de euros tirado a banda y obligado a compartir espacio (vital y futbolístico) con Leo Messi, porque en este último caso se le exigía ni más ni menos que 'ser Messi' cuando el argentino flotaba por el campo. 

Con Francia, el 'Principito' muestra su mejor versión porque, sencillamente, la presión del gol corresponde a otros. Pero a él no. 

Liberado de esa pesadísima carga, el ariete del Atlético de Madrid (parece que ya va despertando tras la victoria de los colchoneros en Milán en Champions, aunque no termina de despegar en la competición doméstica para desesperación de su entrenador y la directiva rojiblanca) disfruta aprovechando la libertad de sorpresa que le otorga su colocación sobre el césped, en todos lados y en ninguno al mismo tiempo: hay músculo a sus espaldas y mucha magia adelante… y ha de ser el jugador intuitivo e inteligente que enlace ambos mundos. 

Mientras, Francia arrastra una dubitativa fase de clasificación para el Mundial de Qatar'22, que se disputará en diciembre del año que viene. Son tres empates y tres victorias, y todas estas (0-1 a Bosnia y 2-0 a Kazajstán y a Finlandia) cogidas con pinzas. Pero en ese caminar por el alambre, Antoine Griezmann ha sostenido al equipo: cinco de los ocho goles hacia el próximo Mundial llevan su firma. 

 

Compañeros

Hoy, ante España, estará anclado en un entorno que conoce perfectamente: puede ser junto a Sergio Busquets, al lado de Koke Resurrección (con el primero compartió vestuario dos temporadas, con el segundo más de un lustro, y ahora ha vuelto a encontrarse con él), encarando a centrales que encaró mil veces, buscando el perfil más dañino posible. 

Es el genio en la sombra, siempre oculto bajo la inmensa sombra que otros han proyectado o proyectan, es, en esta Francia, el que hace daño mientras otros hacen ruido.