El documento alerta de la «alta huella ambiental»

I. Ballestero
-

El 45 por ciento de las explotaciones de viñedo de la provincia cuentan con riego de apoyo, cuya presencia se incrementa en las explotaciones de más de 10 hectáreas

El documento alerta de la «alta huella ambiental» - Foto: RUEDA VILLAVERDE

Además del cambio de la vid en vaso hacia la espaldera, el riego es otro elemento determinante a la hora de ajustar los rendimientos de las explotaciones agrícolas, y mucho más en una tierra como la provincia de Ciudad Real, donde el contraste entre una parcela de secano y una de regadío es más elevado que en el conjunto de la región. De hecho, según el documento elaborado por la Universidad de Castilla-La Mancha como soporte para el Plan Estratégico del Vino de la región, el rendimiento de una parcela de vid en la provincia es un 50 por ciento superior al de una parcela de secano, un factor muy a tener en cuenta a la hora de plantear, en una futura Interprofesional regional, el control de rendimientos. En ese análisis se detalla, además, que la presencia del riego de apoyo es más común cuanto mayor es la superficie de la explotación, y mientras que apenas una de cada diez de menos de una hectárea cuentan con sistema de regadío, éste está presente en más de la mitad de las explotaciones de más de diez hectáreas.

La expansión del riego aumentó los rendimientos de las explotaciones de vid, pero tiene un reverso amargo del que también se alerta en el documento: el elevado impacto en la huella hídrica y ambiental de la generalización del regadío. «Esta ampliación de la base comercial hacia el exterior», dice el documento, «ha supuesto un indudable éxito estratégico pero también hay que señalar el notable impacto ambiental directo, sobre todo en las huellas de carbono y la huella hídrica, por la intensificación productiva para obtener mayores rendimientos y menos costes unitarios». Alude en esa transformación a los proyectos de reestructuración. «Ha influido el hecho de que las explotaciones hayan podido disponer de un significativo apoyo presupuestario para acometer los procesos de reconversión y reestructuración del viñedo, vinculados a la transformación en regadío» y a la espaldera, «pero esta intensificación se ha desarrollado a partir de la generación una huella hídrica, y ambiental, en general, exponencialmente alta».

El control de rendimientos sería una fórmula para reducir esa huella ambiental, sobre todo porque se aplicaría de manera determinante en las grandes explotaciones, que son las que cuentan con una mayor presencia de riego. De hecho, según el documento que apoya el Plan Estratégico del Vino, en las parcelas de menos de media hectárea apenas el 6,2 por ciento cuentan con regadío, y ese porcentaje aumenta, siempre por encima de la media de la región, conforme crecen las explotaciones: 8,7% hasta una hectárea, un 15,9 en explotaciones de menos de dos hectáreas, un 32,8 por ciento en las que tienen entre 2 y 10 hectáreas y casi el 53 por ciento en las de más de 10 hectáreas. Siempre la provincia por encima de la media regional.