Antonio García-Cervigón

Buenos Días

Antonio García-Cervigón


Sorteo chapuza y tabaquismo

14/12/2021

Ayer se sorteaban los octavos de la Champions con tres equipos españoles en liza: Real Madrid, Atlético de Madrid y Villarreal. El equipo blanco partía en el bombo número uno, tras proclamarse primero de su grupo. Las primeras bolas en salir emparejaron al equipo portugués Benfica frente al Real Madrid, un sorteo que agradaba al Real Madrid, primero por el fácil desplazamiento a la vecina Portugal y, por otra parte, porque el sorteo fue peliagudo para los otros equipos españoles que les tocó en suerte al Bayern de Múnich y al Manchester City de Guardiola. 
Silencié la emisora de radio y propagué la noticia entre algunos amigos. Uno de ellos, pasado un tiempo, me informaba que el sorteo había sido invalidado por la UEFA. El sorteo fue un auténtico dislate, una flagrante chapuza que retrata a la entidad futbolera, que, desde ahora, llevará la palabra trilero en sus alforjas. Nuestra lotería nacional lleva con nosotros desde el año 1.763 impulsada por el ministro Esquilache en el reinado de Carlos III, a imitación del juego que se realizaba en Nápoles y que es 'hermana' de la primitiva actual. 
Pese a los años no se conoce ninguna tosquedad ni pifia al uso del sorteo chapuzefa, celebrado ayer. El proyecto de Florentino cobra fuerza. 
Por otra parte, fumar en España no cierra su cerco antitabaco, que lleva más de tres lustros con la Ley Antitabaco, puesta en marcha por el Ministerio de Sanidad, que no ha conseguido reducir a los fumadores españoles o lo han hecho con escasa incidencia. 
Se cuenta que el famoso tenor José María Mario, fallecido en 1883 era un fumador empedernido. En cierta ocasión compartió un departamento de tren con un individuo que mostraba cierta rareza en su comportamiento. Fumaba el cantante un espléndido cigarro, y de buenas a primeras se levantó el extraño personaje exhibiendo un cuchillo de hoja brillante y le espetó sin apenas mostrar nerviosismo: «¿Es usted el tenor Mario…verdad?» y con gesto desabrido le espetó: «¡Pues le voy a matar ahora mismo¡ Me parece bien que usted quiera hacer lo que dice, pero permítame que  le ofrezca uno de los buenos puros que hacen ex profeso para mí, fúmeselo y luego me dice qué le pareció…». 
El locario quedó pasmado ante la inusitada propuesta. Pero una vez consumido el envoltorio con llamativa vitola, volvió a su primaria intención: «Bueno, he terminado y ahora le voy a matar, señor». Tampoco se inmutó el gran tenor: «No tan presto amigo, quiero que me haga un último favor» y recurrió con otra treta con el mismo material envolvente y sugerente, tanto que ganó tiempo para que el tren llegara a su destino y la policía se hiciera cargo del aprendiz criminal frustrado. Cuando le preguntaron al tenor cómo había salvado su pellejo ante circunstancias tan adversas, sacando un enorme puro del bolsillo de su chaqueta señaló: «Esta ha sido mi arma defensiva, fumar me ha salvado la vida». El tabaco en su versión anecdótica salvadora y declarado universal veneno en las cajetillas de pitillos. Y en esas estamos.