Amanecer en el club Belflor

M. S.
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La comicidad se impone en la versión mexicana del Perro del Hortelano que Angélica Rogel sitúa en el interior de un club nocturno mexicano

Amanecer en el club Belflor - Foto: Foto: Gerardo Castillo / isoptic

Cuando a Angélica Rogel le propusieron montar un Lope de Vega como el de El perro del hortelano, para visitar el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro bastó acercarse al texto para darse cuenta de que la historia de amor entre Teodoro y Diana era muy parecida a la que vivían los protagonistas de aquellas películas que veía en casa de su abuela, el cine de los años 50 mexicano. Aquellas películas que encumbraron a actores de la talla de María Félix o Jorge Negrete, a veces en blanco y negro, a veces coloreadas, donde las historias de amores imposibles siempre acababa bien. Y así surgió esta versión del texto de Lope que estará hasta el domingo en el Aurea donde ha conquistado ya al público con sus primeras funciones. 

Rogel le da la vuelta al Perro del hortelano y convence, empezando por la escenografía e iluminación de Patricia Gutiérrez y terminando por un cuadro artístico que sigue a su directora l a pies juntillas en este singular viaje que pone el acento en la comicidad del texto, en los dobles sentidos, en las exageraciones que buscan la complicidad de un espectador que casi siente estar frente a la televisión en esta versión que Rogel levanta sobre un club nocturno, con boleros y todo, donde cabían las intrigas de aquellas películas mexicanas de siempre, y donde caben a la perfección las intrigas de Lope.

No es la única licencia que se permite la directora con acierto. Existen otras, como presentar a la protagonista, Diana desde otro prisma diferente, haciendo más hincapié en la lucha interior que sufre por estar enamorada de un hombre de una clase social inferior a la suya, en una época en la que casarse con iguales era casi ley. Lucha con la que justifica Rogel esa idea de que Diana es el perro del hortelano, que ni come, ni comer deja. Con todo este planteamiento, la compañía dibuja un divertido espectáculo, que si peca de algo es de largo, gracias a la implicación de un elenco que responde a la perfección al reto de Rogel y parece salido del otro lado de la pantalla. Este es el caso de una estilizadísima Ingrid Romo, que propone una Diana delicada, que no duda en sacar las uñas para defender lo suyo. O de Rodrigo Alonso, que compone un magnífico galán, con un toque cómico, que se completa con la elocuencia de su otra mitad, Tristán, interpretado para la ocasión por Fernando Bueno, un criado que sin duda gana al otro lado del charco. A destacar también como aciertos, el dibujo caricaturesco que consiguen tanto Jorge León como Andrés Weiss en calidad de pretendientes de Diana. En general El perro del hortelano de la CNT responde a esas expectativas que confirmaban este como uno de los montajes de la 42.