Rigor y pasión desde el otro lado del charco

M. Sierra
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Ingrid Romo y Rodrigo Alonso hablan sobre su personaje y de su paso por la Compañía Nacional de Teatro, convertida en la voz de la escena en México y todos sus alrededores

Rigor y pasión desde el otro lado

Almagro este año sabe, suena y hasta huele a México, país invitado de la 42 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico. Un marco, el de esta colaboración, que abre la puerta a la Compañía Nacional de Teatro de este país (CNT), principal institución teatral al otro lado del charco, que estos días presentaba sobre el escenario del teatro Áurea una singular versión de El perro del hortelano. Al frente del elenco, compuesto por nueve actores de los más de 50 que tiene la institución, Ingrid Romo y Rodrigo Alonso.

Romo hace las veces de Diana, a la que ve como una «diva», dueña del club nocturno que se ha inventado con acierto Angélica Rogel, directora de la propuesta para dibujar la historia de Lope de Vega. La defiende e incluso la justifica. Para ella, más que el perro del hortelano Diana es una «víctima de su propia vida». Tal y como la actriz y cantante lo ve, lo que lleva a Diana a decir hoy ‘sí’ y mañana ‘no’ a Teodoro es su propia soledad. «Ella vive de las apariencias y lucha consigo misma porque aún siendo la dueña de todo no pude conseguir lo que ella quiere que es amar a Teodoro». Para Romo esta realidad no es cosa del pasado. Todavía hoy hay mujeres que se ven obligadas a vivir este conflicto interior, «tal vez no por una cuestión de honor, pero sí por esa nueva idea de ser mejores. Sigue predominando la imagen del debe ser». Una realidad, lamenta, que sigue siendo la excusa que aducen algunas mujeres para enfrentarse a otras. Lo dice por verdad de la que habla Lope, esa lucha entre mujeres, la que Diana protagoniza con Marcela, por que ella sí tiene libertad para estar con Teodoro.

Romo lleva 10 años trabajando como actriz en el marco de una compañía mexicana cargada de historia, pero que apenas hace una década que se reestructuró para dar cabida a más gente y a más teatro. «El objetivo de ésta es tocar todas las teatralidades posibles y llegar a toda la república, a todos los pueblos», explica. Un objetivo que parecen estar consiguiendo a pesar de los sempiternos recortes que sufre la cultura y de los que no se salva la CNT. A pesar de la situación económica, ellos hacen todo lo posible para mostrar lo que son apostando siempre por montajes visuales y con una alta calidad actoral, que son los pilares sobre los que se levanta esta compañía que reclama a voces una sede oficial desde la que poder estrenar.

Sobre Almagro, sólo tiene palabras de admiración. La expresión que más repite es que «es un pueblo muy bello, muy acogedor».

Coincide con ella el actor Rodrigo Alonso que hace las veces de su enamorado Teodoro. Tanto le gusta, que tiene claro que quiere volver y espera hacerlo, dice, con el montaje de la dama duende que está preparando. Los clásicos en general le gustan.

Reconoce Alonso que antes de hacer este perro del hortelano ya lo había visto. De aquel primer encuentro con el texto de Lope, cuando ni imaginaba que él alguna vez sería Teodoro, una anécdota que permite vislumbrar el cómico que lleva dentro. «La primera vez que lo vi me sorprendió el papel de Marcela que termina siendo el daño colateral del amor de Diana y Teodoro». Pensó que aquellos dos personajes «eran unos desgraciados» porque «no entendía por qué le hacían aquello a Marcela, y ahora soy yo uno de esos desgraciados que le hacen cosas canijas a la pobre», bromea con ese aire serio pero a la vez divertido que lleva al extremo sobre el escenario.

Alonso lleva cinco años como parte del elenco oficial de la Compañía Nacional de Teatro de México. El próximo será el último. «Es así, hay una máxima, dependiendo de la categoría en la que estamos podemos estar un tiempo». No lo dice a modo de crítica. El objetivo es que todo el mundo pueda pasar por esta compañía que es «un lugar privilegiado» para el actor porque tienes un sueldo fijo.