Ver, oír y disfrutar

M. Sierra
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La década de los años 60 le sienta muy bien a la fresca y ágil versión que dibuja Iñaki Rikarte de 'El desdén, con desdén', con una Joven Compañía vuelve a enamorar en Almagro

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Iñaki Rikarte compone con la Joven un ‘Desdén con desdén, loco cargado de flechas del amor, secretos y mentiras que se adapta como un guante a la libertad de los 60 de los guateques y el Black is black.

Empezaré esta crítica por el final, diciendo que la quinta promoción de la Joven Compañía de teatro clásico que este año se estrena en el Festival de Almagro, no solo convence al público, lo enamora, con esta comedia de Agustín Moreto que ayer bajaba el telón de la Antigua Universidad Renacentista. Se quedan cortas tres funciones de un espectáculo nacido para más.

Dicho esto, toca explicar el por qué de tanto halago. En los últimos años, la Joven se ha convertido en un valor seguro de la programación del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, eso unido a un director tan fresco y sutil como Iñaki Rikarte, y a una comedia de Moreto ya hacían presagiar el éxito del estreno de la Joven un año más, pero no un año cualquiera, el de la despedida de la directora de la institución que tanto ha apoyado la formación de actores clásicos.

Ver, oír y disfrutarVer, oír y disfrutar - Foto: Rueda VillaverdeEste desdén entra por los ojos desde el primer encuentro que el espectador tiene con la historia de Carlos y Diana. Él, acaba de ganar un premio como jinete, ella, ni se inmuta, ajena en ese momento a todo lo que está por ocurrir sobre un escenario desde el que llegan constantes guiños al espectador, y otras tantas artimañas de las que se vale Rikarte para dibujar este clásico de principio a fin. No hay espacio para perderse, gracias a que el director guipuzcoano compensa cada verso con una instantánea que a modo de viñeta aclara cualquier posible duda que pueda traer el verso.

El desdén con el desdén’ es la historia de Carlos y Diana. Él, enamorado hasta las trancas de la joven; ella ajena al amor hasta que topa de bruces con la indiferencia del que cree rendido. En fin, la excusa perfecta para hablar del gran dilema de la humanidad, el amor, que Moreto convierte en una suerte de estrategia, basada en una realidad básica de la humanidad: «queremos aquello que no tenemos», como sabiamente explica Polilla, el criado de esta historia, que es quien urde el plan contra una estirada Irene que pronto va cayendo en la trampa del duque, convertido en cómico al hablar de amor y en galán de cine clásico cuando esconde sus sentimientos. Nicolás Illoro da la medida para ser el galán cómico que la historia necesita. Y ella, Irene Serrano, responde con un cambio de registro a la altura que va desde la versión más estirada del personaje a la mujer más enamorada y melosa, a la que no le falta carácter, muy a lo Doris Day. Y entre medias, Mariano Astudillo en calidad de ese criado necesario de toda gran trama áurea requiere, sin el que los señores serían capaces de avanzar. Socarrón, extremo cuando el papel lo requiere e incisivo con su amo. Los tres llevan con acierto el peso de una a una historia, que versiona para la ocasión por Carolina África, que salpica el texto de actualidad, en la que todos consiguen lucirse, hasta el cupido que Rikarte reconvierte en periodista y presentador. De singular acierto también el vestuario de Ikerne Giménez, que ayuda a reubicar al espectador en su nuevo tiempo.

Rikarte consigue que todo encaje, que nada sobre ni desentone en esta comedia que habla de amor «a dos carrillos», demostrando que los clásicos pueden ser frescos sin necesidad de ser irreverentes. Arranca con fuerza esta edición del Festival.

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