Pimenta se despide de la CNTC con una tragedia de Lope

M. S. / LT
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La violencia y el amor se dan la mano en este espectáculo que protagonizan Joaquín Notario y Rafa Castejón y que llega a Almagro este jueves avalado por el «éxito rotundo» conseguido en Madrid

Pimenta se despide de la CNTC con una tragedia de Lope - Foto: Rueda Villaverde

El castigo sin venganza, una de las obras menos conocidas y representadas de Lope de Vega, es la obra elegida por Helena Pimenta para decir adiós en Almagro a su trabajo al frente de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC).

La producción de la CNTC, que se podrá ver en el Teatro Adolfo Marsillach, antiguo Hospital de San Juan, del 4 al 14 de julio, fue presentada ayer en Almagro por la propia directora, el autor de la versión de la obra, Álvaro Tato, y los actores Joaquín Notario, Rafa Castejón y Beatriz Argüello, que encabezan el elenco.  

La CNTC, que estará presente en esta edición con cuatro montajes, La hija del aire, El desdén, con el desdén y el reestreno de El banquete, trae hasta las tablas de Almagro a actores como Alejandro Pau, Fernando Trujillo, Lola Baldrich, Nuria Gallardo, Carlos Chamarro, Javier Collado, Coro Anna Maruny, Fernando Trujillo, Alejandro Pau e Íñigo Álvarez de Lara que conforman el reparto junto a Notario, Castejón y Argüello.

El director del Festival de Almagro, Ignacio García, destacaba en la presentación de este montaje  la importancia que para el festival tiene contar con la CNTC, que ayuda a «vertebrar» la programación de un festival que quiere seguir siendo la «reserva natural del teatro clásico en España».

Del montaje con el que abre la Nacional su cartel, El castigo sin venganza, destacó García, que viene precedido de un rotundo éxito en Madrid y avalado también por «un elenco magnífico de actores» que han logrado impregnar el verso de Lope de una «fuerza que rompe cualquier barrera». Un mérito que no dudó en atribuir a Pimenta.

Es por eso que para el director del festival este drama con el que se estrena la agenda del festival es  «un arranque de lujo», no sólo por la obra elegida, sino también porque tras ella está la mano de una mujer como Helena Pimenta a la que agradeció su trayectoria al frente de la CNTC en estos últimos ocho años, en los que el verso, dijo,   ha cobrado especial protagonismo.

La directora del montaje, a la que se le notaba la melancolía propia de afrontar la última edición al frente de la Nacional en el Festival de Almagro (en septiembre Lluís Homar se pondrá al frente de esta institución), correspondía a las palabras del director del festival destacando la «valentía y coraje» de la muestra por «poner en boca de tanta gente y tantos lugares, algo que engrandece el pensamiento y el corazón, como son los textos clásicos».

Sobre su propuesta, fue clara al afirmar que «sorprenderá al espectador» por «la fuerza y la pasión con la que los actores lanzan los versos» en una tragedia de honor que oculta una profunda reflexión sobre el poder, la justicia, la responsabilidad, el amor y el deseo, ambientada en el contexto político de las ciudades-estado enfrentadas.

Y explicó que una de las cosas que la llevó a acabar su etapa al frente de la CNTC con El castigo sin venganza es que ha sido un «título poco frecuentado» por los directores y «apenas considerado», por la dificultad que tiene el abordar el propio texto y las dudas que existían sobre él. Un texto «oscuro, que habla de cómo la pasión puede llevar a desbocarnos». Para ella, «uno de los mejores textos de la literatura dramática universal».  

Coincidió con ella Álvaro Tato, encargado de la versión de esta propuesta y de las últimas llevadas a escena por la CNTC, quien aseguraba que con esta «joya» Lope «derriba todos los tópicos que existían sobre el Siglo de Oro».  

La violencia y el amor se dan la mano en este texto de senectud de Lope de Vega que «destila dolor, decepción de la vida y amargura, como explicó la actriz Lola Baldrich, y que Pimenta ha envuelto con mimo de la mano de una escenografía fantasmagórica, que nos hace sentir dentro de una caja, firmada por Mónica Teijeiro,y un vestuario  a medio camino entre lo sobrio y lo religioso que llevarán al espectador a finales del siglo XIX, un periodo entreguerras muy apropiado para contar esta historia de amor o de deshonor, según se mire.