10 días de homenaje y luto: en memoria de Eusebio Octavio

C. de la Cruz
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David recuerda la figura de su padre y amigo en un trágico adiós en Alcázar de San Juan

10 días de homenaje y luto: en memoria de Eusebio Octavio

El dolor paraliza, pero David no tiene más remedio que seguir adelante. Lo hace por su madre, que tras 20 días en la UCI debatiéndose entre la vida y la muerte regresaba a casa, y también por su mujer Rosa y su hijo de diez años. El problema es una herida que sigue abierta desde el 23 de marzo cuando dejaba a su padre en el Hospital La Mancha Centro de Alcázar de San Juan. Eusebio Octavio le decía a su hijo «no me dejes aquí solo, no me dejes que de aquí no salgo», palabras marcadas a fuego en la memoria de David, que confiesa que «fue muy duro tener que irme de esa manera y dejar allí a mi padre, es para vivirlo». 

Eusebio fallecía el 30 de marzo a los 63 años de edad. Albañil de profesión, la crisis económica de 2008 le dejó sin empleo y desde entonces fue encadenando trabajos de manera intermitente. Tras muchos sinsabores, David señala que «sólo llevaba un mes jubilado. Toda la vida trabajando y deseando jubilarse para disfrutar y aparece el coronavirus». De él le quedan muchos recuerdos buenos. «Era un padre y un amigo».

Pero al amargor de la pérdida se suma la impotencia. «No hubo un ningún respirador para él. Simplemente le dejaron. Nos dijeron que como era mayor de 60 años no tenía derecho a ninguno». 

David remitió el pasado 10 de mayo una carta desgarradora a la alcaldesa de Alcázar de San Juan, Rosa Melchor, en la que exponía su terrible experiencia, un desahogo en medio del desconsuelo, pero también una denuncia social sobre la gestión de una crisis sanitaria que ha segado 1.094 vidas en Ciudad Real. «Fue horroroso, no se puede explicar con palabras», señala, que añade con toda la dureza la referencia al «respirador que el sistema le negó». 

Y de la impotencia a la frustración de no poder despedirse de él. El 2 de abril se incineraba el cuerpo de Eusebio. «No te puedes ni arrimar. Sólo ves la caja tras una mampara. Tardamos un poco más porque fue el cura, porque si no en un minuto ya hubiera pasado todo». A David le duele que su padre no tuviera su mano en el último momento, «no tuvo ni siquiera la posibilidad de despedirse de mi madre en esos últimos minutos que imaginamos de terrorífica agonía». Y al sufrimiento de David se suma el de su madre. 

María del Carmen Herranz, de 57 años, ingresaba el 24 de marzo por coronavirus, justo al día siguiente de su marido, con el que compartió habitación en el hospital. Permanecieron juntos cuatro días hasta que «entró en parada cardíaca y de milagro llegaron para intubarla. A mi padre le tuvieron que pedir consentimiento para llevársela a la UCI; no me quiero ni imaginar el trago que pasó al ver cómo se llevaban a su mujer». 

Fue el último adiós a María del Carmen;mientras Eusebio se marchaba el 30 de marzo, ella permanecía 20 días en la unidad de críticos y el 23 de abril conseguía dejar atrás el hospital, donde había vivido una auténtica pesadilla. 

«Mi madre, gracias a Dios, va recuperándose, despacio, pero bien. Necesita mucha ayuda porque no tiene fuerza en las piernas ni en los brazos. Estamos muy volcados con ella», señala David. 

Parece como si fuera ayer mismo cuando Eusebio decía adiós. Junto a su familia sigue mirando al frente, pero en el camino también hay rabia. Le tortura que el presidente de la Junta de Comunidades, Emiliano García-Page, manifestara «sin inmutarse, con gesto de cemento, que hubo camas UCI, que hubo respiradores, que nunca faltaron menos de 12 en el sistema». 

Habla de «propaganda» por parte de las administraciones;con el ánimo entero a pesar de esta trágica experiencia que le consume señala que «tras una vida entera cotizando a la sanidad pública ésta le negó lo que previamente había pagado mil y una veces. Sólo nos queda, como siempre a los corderos, la justicia divina, si la hay». 

Como en la lápida del cementerio, Eusebio, tu familia no te olvida.