Sonsoles Arnao

Tiempos de swing

Sonsoles Arnao


Un abrazo

24/05/2021

Me resulta raro hablar del tema, participar de esta abrumadora ola mediática y emocional ante una reacción de sentido común. A no ser que ya hayamos perdido todo el sentido y todo el común. Me pasa como a Luna, la estudiante en prácticas de Cruz Roja, que abrió sus brazos ante la desesperación, el llanto y el abatimiento de un hombre. Como ella dice, no voy a hablar más del tema porque es un simple abrazo. 
Qué tristes tiempos en los que hay que justificar la empatía, el sentido de la mínima humanidad por el prójimo. Quizá aquí radique la extrañeza y la explicación a este fenómeno de excepcionalidad. No hay prójimo. Ese otro, inmigrante, no es un igual. La cosificación de las personas migrantes es un proceso necesario para el capital y el actual sistema de fronteras. La necropolítica que gestiona el tránsito de seres humanos pobres a los países ricos, se basa en la cosificación y animalización para encajar y fundamentar mejor los instrumentos de acogida, atención y devolución con los que se les recibe. Es decir, para violar sistemáticamente sus derechos humanos es mejor no tratarles como humanos. Para usarles como moneda de cambio ante chantajes diplomáticos, para poner vallas y concertinas, hacinarles en naves en condiciones en las que no tendríamos a los animales, para categorizar como delincuentes a niños que se quedan sin familia, sin arraigo. Para dejarles naufragar en el mediterráneo, devolverles a que les muelan a palos la misma policía que el día anterior les abrió las puertas, para mantenerles durante años en campos de refugiados, en condiciones miserables. Para proponer, presupuestar y ejecutar esta política migratoria en Europa, hay que cimentar una gran valla mental y cultural entre nosotros y ellos. Por eso es tan extraordinario el abrazo de una voluntaria o el rescate de un bebé por parte de un guardia civil. Pero no es noticia, ni importa quién es ese hombre, que en su desesperación, en ese momento de sentimientos tan potentes que deben sentirse cuando uno sobrevive en circunstancias tan adversas, buscó el contacto humano para sentirse tal. ¡Qué sabemos nosotros de circunstancias tan adversas y de supervivencia! No sabemos nada de él, qué ha pasado con él. 
En esta deshumanización de las personas migrantes, la criminalización se traslada a quienes les ayudan. La solidaridad estigmatizada. Esto explica, por ejemplo, la disposición legal T/333 en Hungría o el ‘Decreto Salvini’ en Italia para endurecer la represión, incluso con la cárcel, de aquellos que ayuden y trabajen con las personas que solicitan asilo y defiendan sus derechos. O como el gobierno de Grecia suspendió en su territorio la Convención de Ginebra. Sin olvidar, aquel debate en nuestro país cuando se pretendió impedir que el buque Aquarius de la ONG SOS Mediterranée, donde Médicos Sin Fronteras había salvado a 629 personas,  pudiera atracar en algún puerto español. Actualmente, tenemos dos compatriotas, dos mujeres que han dedicado su vida al trabajo humanitario, a salvar otras vidas, que están siendo perseguidas por ello. Helena Maleno, deportada desde Marruecos tras un periplo de denuncias y tortura, acusada de tráfico de migrantes por llamar a salvamento marítimo. Y a Juana Ruiz, encarcelada en régimen de aislamiento y sin cargos, acusada de colaborar con una ONG palestina calificada como ilegal y terrorista por el gobierno de Israel.  La criminalización de quienes defienden los derechos humanos en las fronteras es cruel y ejemplarizante para evitar la solidaridad y los abrazos. Tristes tiempos en los que abrazar es un acto heroico y extraordinario.