El actor Pedro Mari Sánchez, nacido en Ciudad Real, se dio a conocer como niño actor con el papel de Críspulo en la película La gran familia (1962), pero desde entonces no dejó de trabajar y de interesarse por la cultura.

Hace unos días visitó Almagro como parte de una mesa redonda organizada por la galería Fúcares en uno de los actos de su 45 aniversario. El actor describió este lugar como «una de las salas más prestigiosas del panorama artístico del país y, su alma mater, Norberto Dotor, un enorme conocedor y promotor de las vanguardias artísticas y una figura eminente dentro de la cultura contemporánea española».

Al mismo tiempo recuerda que tanto la exposición como la mesa redonda tomaron como punto de partida los viajes de Duchamp en esta línea, afirma «La creación es siempre un viaje. Un viaje interior, un viaje en el sentido clásico del término y un viaje iniciático, con hitos que superar para, finalmente, salir fortalecido y renovado», comenta.

En su caso, fue un recorrido de actor niño a profesional del teatro clásico y de vanguardia, que Sánchez define como «un viaje natural y lineal, porque nunca he dejado de actuar, no se ha producido una elipsis en mi carrera. De cantar en la radio y los grandes festivales de la época cuando tenía cinco o seis años pasé al cine, que luego compatibilicé con el teatro y la televisión, pero ese viaje ha sido continuo. Es mi vida. En enero cumpliré 66 años y llevo 60 en ese viaje».

De sus inicios como niño lanzado a la fama recuerda: «Lo viví siempre como algo natural. Empecé a actuar, como digo, desde muy niño, de modo que mis primeros recuerdos están ligados a la actuación, que para mí fue tan cotidiana como jugar. Aunque el cine y, sobre todo la televisión -la única que había- me convirtieron en alguien muy conocido, popular y cercano para el público, mis padres tenían los pies muy en la tierra, así que nunca me hicieron sentir distinto ni especial», afirma.