La 'penúltima' lección de Luis Arroyo

Manuel Espadas
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El que fuera rector de la Universidad de Castilla-La Mancha durante 15 años impartía su última clase como profesor ordinario, aunque desea mantener su actividad docente en una institución que ha visto crecer

Luis Arroyo, en una de las aulas de la facultad de Derecho. - Foto: Tomás Fernández de Moya

Luis Alberto Arroyo Zapatero (Valladolid, 1951) dio la semana pasada su última clase como profesor ordinario de la Facultad de Derecho del Campus de Ciudad Real. A sus 70 años, a partir de ahora podrá seguir impartiendo sus lecciones de Derecho Penal Internacional en másteres y doctorados, gracias a su condición de profesor emérito. Y así desea hacerlo, y no sólo durante los tres años que contempla la normativa, sino por bastantes más. El que fuera rector de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) durante 15 años (1988-2003) y actual rector honorario, se siente con ganas y energías de seguir realizando «una actividad muy satisfactoria» para él, transmitiendo a sus alumnos todo el conocimiento acumulado durante décadas de estudio, investigación y experiencia docente. «Tengo colegas que han dado clases o conferencias hasta los 80 años», apunta como posible horizonte.

Luis Arroyo recuerda que la actividad docente no es la única ni la predominante para un profesor universitario. La investigación o la publicación de trabajos ocupan la mayor parte de su tiempo laboral, y esa labor no tiene fecha de caducidad. «La vida intelectual no para nunca».

Arroyo, que es presidente de la Sociedad Internacional de la Defensa Social y fundador del Instituto de Derecho y Justicia Penal Europeo e Internacional, diferencia entre dos tipos de docencia: la que se dirige al alumno que ya tiene una base importante de conocimientos, como los de postgrado; y los que están «en blanco», que son los ordinarios cuando inician la carrera, y es aquí cuando entra en juego la «enorme responsabilidad» que siente un buen profesor para «hacer atractiva la materia y el estudio».

Afincado en Ciudad Real desde 1988, «donde se me acogió muy bien», descartó ya la opción de volver a su Valladolid natal o de trasladar su residencia a Madrid, «donde parece que hay que vivir para terminar tu carrera profesional en el nivel más alto, pero eso es falso, porque allí también hay mucho catedrático torpe». Sigue siendo una de las voces más autorizadas en la universidad regional. No en vano, fue su primer rector electo y bajo su mandato la institución académica creció de manera exponencial en todos sus campus. Aquellos años los recuerda con orgullo. «No hay nada parecido a lo que se hizo entonces. Lo hicimos y multiplicado por cinco, en cinco lugares distintos», recalca.

Durante su etapa como rector, en su primer año compaginó esta responsabilidad con la docencia, hasta que su cardiólogo le aconsejó que evitara tanto estrés, además de implantarle un marcapasos. Cuando volvió a las aulas en 2003 no recuerda que sintiera nada especial, sólo procuró «hacer las cosas bien, desde la vocación». Una vocación que le viene del modo más natural y familiar, pues él fue alumno de su abuelo, Emilio Zapatero, catedrático de microbiología en la Universidad de Valladolid. «No tengo gran mérito porque asumí el estilo de mi abuelo», dice con modestia. Don Emilio impartía aquella última lección en 1970, y 51 años después, él ha sido protagonista de un momento similar. 

Testigo directo del pasado y del presente de la UCLM, también mira con interés su futuro. Celebra que se retome el proyecto de conectar el Campus de Ciudad Real con el núcleo urbano a través de la ronda de Calatrava, aunque no las tiene todas consigo: «Eso estaba ya pensado hace 20 años, pero no se llevó a cabo por la torpeza municipal de esta ciudad y supongo que por la falta de recursos. Después de tanto tiempo eso sigue sin hacerse y la universidad sigue escondida, porque nadie dio ese paso. No lo han hecho ni unos ni otros. Pilar Zamora parece que lo ha retomado ahora, pero tampoco lleva una velocidad pasmosa». En el debe de Ciudad Real con el Campus también añade tender a formar una «conurbación» con Puertollano para poder utilizar su gran auditorio, «que debería ser el auditorio de todos».

Su decepción en este asunto torna en «desesperación» cuando se le pregunta por el otra vez retrasado proyecto de la nueva facultad de Medicina tras descartarse el proyecto técnico aprobado en su día. «Eso tendrán que explicarlo bien. Alguien ha hecho las cosas mal y alguien tendrá que responder de ello. Nos ha costado mucho dinero a la Universidad. He preferido no preguntar», dice notablemente contrariado.

Nuevo rector

Lo que sí le transmite tranquilidad sobre el futuro de la Universidad es la presencia de Julián Garde como nuevo rector, al que augura «éxito en la gestión». «No tenemos ninguna carrera que esté entre las 100 mejores de España, pero sí tenemos una asignatura que está entre las 50 mejores, que es Veterinaria, a pesar de que no tenemos facultad. La explicación de eso es la suma de Agrónomos en Albacete, con Julián Garde a la cabeza, y el IREC de Ciudad Real. Lo más difícil de ser rector no es ser simpático o tener dinero, si no saber dónde está la verdadera potencia de la universidad, y la demostración palpable de ello es Julián Garde».

De su época como rector recuerda la mano izquierda y lo ‘político’ que había que ser para intentar lograr siempre lo mejor para la institución. «El que es innovador y tiene un proyecto no puede tratar a los demás como si fueran tontos. Hay que intentar despertar en ellos la ilusión, y eso también lo sabe hacer Julián Garde porque yo se lo he visto hacer», concluye Luis Arroyo.