Somos conscientes de que hacemos un trabajo que nos encanta

Diego Farto
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Raúl Miguel Rodríguez, natural de Fuente el Fresno, se formó en el Conservatorio Marcos Redondo y aunque hoy en día reside en Madrid, no pierde la ocasión de viajar a Ciudad Real con su familia cuando las circunstancias lo permiten.

Raúl Miguel Ramírez, director de orquesta y trompeta. Foto: Rueda Villaverde

¿Cómo surgió la oportunidad de ir a Vietnam para tocar música española?
Otra persona que va mucho por allá me pasó un proyecto que me pareció muy interesante de música española, primero con Iluminada Pérez Troya, que es profesora de composición del Conservatorio de Valencia, y la segunda parte con una obra de Falla, Noche en los jardines de España, y además Le Mer, de Debussy, que nunca se había tocado en Vietnam.
¿Es fácil presentarse con algo nuevo ante los músicos de Vietnam?
La verdad es que desconocía a la orquesta. Cuando llegué allí, lo primero que hice fue decirles a los músicos que el programa era muy difícil, al no haberlo tocado nunca, pero es una orquesta de mucho nivel y muchos de ellos habían estudiado en Rusia. Los músicos realizaron un trabajo profundo de estudio. Pero a nivel individual hay tanto gente con un nivel muy alto, como músicos que están empezando en una orquesta. Costó mucho trabajo, pero son personas con mucho entusiasmo y mucha ilusión. En la cena que se hace al final de concierto, su manager me dijo: «Has dejado a la audiencia enamorada, pero todos los músicos están enamorados de tu trabajo, de tu simpatía, de tu manera de ser». Creo que es porque en España sabemos que vamos a trabajar y somos exigentes, pero también somos conscientes de que hacemos un trabajo que nos encanta.
¿Cómo es el público de Saigón?
Saigón es una ciudad muy turística y la ópera, donde se dio este concierto, está en todo el centro de la ciudad. El tipo de público que va es gente con un poder económico evidentemente alto dentro de Saigón, porque las entradas son muy caras. Pero también hay espectadores americanos, alemanes... que están de paso y se animan a ver un concierto en la ópera. Lo que está claro es que Debussy no les gusta demasiado, porque tienen una música que es más rítmica, de modo que les gusta muchísimo más Beethoven o el romanticismo.
¿Qué percepción tienen allí de Manuel de Falla?
Desde luego que es conocido, Falla es el compositor español más representativo de principios del siglo XX, y el que más se interpreta en el mundo después de el maestro Joaquín Rodrigo y su Concierto de Aranjuez. Hablar de Falla es hablar de El amor brujo, El sombrero de tres picos y todas las obras. Hemos llevado un concierto de piano (Noche en los jardines España) con un pianista valenciano, Hilario Segovia, que es una obra muy difícil para la orquesta. Pero está claro que es uno de los autores más representativos de España. Ahora mismo cualquier concierto de música española, los compositores más reconocidos son Granados, Albéniz y Falla.
¿Ya tiene otros proyectos a la vista?
Sí, claro. Ahora mismo estoy haciendo buena parte de mi trayectoria musical en Latinoamérica. El próximo proyecto es un concierto el 2 de febrero en el Auditorio Nacional de Madrid, con Manuel Blanco (trompeta) y un pianista cubano, Pepe Rivero. Y a partir de ahí en unos días actuamos con la Orquesta Sinfónica Nacional de Venezuela. Del 11 al 16 de febrero me invitan a los actos del 120 aniversario de la Banda Sinfónica Nacional de Cuba; y acabo el mes de febrero en México, con la Orquesta Sinfónica de la Universidad del Estado de Hidalgo. Luego, en marzo, vuelvo con la Orquesta Nacional de Honduras; después a Venezuela; más adelante a Guatemala; es decir, que tengo bastantes proyectos. También tengo una propuesta con el actor y clown Pepe Viyuela, un espectáculo llamado Bestiario de circo, que estrenamos el año pasado con la Orquesta Sinfónica de Extremadura, basado en un libro suyo. Para la próxima temporada de verano lo haremos girar en España.
En esas giras internacionales, ¿cómo se determina el repertorio de cada concierto?
Casi siempre se negocia, pero a veces no. Por ejemplo, ahora mismo, lo de Vietnam era un concierto en el que había que dirigir a unas 130 personas, el programa ya estaba hecho.

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