La sorpresa que busca consolidar su irrupción

SPC
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El expopular Abascal confía en prolongar el inesperado crecimiento de Vox para fortalecer al bloque de derechas y «echar a Sánchez»

La sorpresa que busca consolidar su irrupción Foto: Pedro Puente Hoyos

Su partido dio la sorpresa en las elecciones de abril entrando en el Congreso con 24 diputados. Una cifra considerable para un partido relativamente nuevo (fue fundado a finales de 2013, pero no llegaron a las instituciones hasta los comicios andaluces de 2018), aunque menor de la que le daban las encuestas, salvo el CIS, que clavó el resultado de Vox. Para la cita del 10-N, los sondeos vuelven a mimar al partido de Santiago Abascal, un político forjado en el PP del País Vasco que aspira a convertirse en llave de un Gobierno de derechas.
La vinculación de Abascal con la política le viene de familia, ya que su padre fue un histórico de Alianza Popular de Álava y, después, del PP. Abascal hijo (Bilbao, 1976) se afilió a esta formación cuando cumplió los 18 años y empezó su trayectoria como concejal en Llodio (Álava), donde estuvo dos legislaturas (1999-2007), la primera con el Ayuntamiento gobernado por la izquierda abertzale.
Fue, además, presidente de las Nuevas Generaciones del PP de Euskadi entre 2000 y 2005, procurador de las Juntas Generales de Álava durante los años 2003 y 2004 y parlamentario autonómico de 2004 a 2009. En este tiempo fue conocido por su firmeza y por su postura desafiante contra ETA. No en vano, la tienda de ropa de su padre en Amurrio (Álava) fue atacada en varias ocasiones y llegó a ser completamente quemada, y los caballos de su progenitor aparecieron más de una vez pintados con frases insultantes contra el PP y en favor de la banda.
Eran años en los que era habitual el acoso de los abertzales hacia cargos del PP y su familia lo sufrió en primera persona. Quizá, por eso, en 2008 Abascal, que reconoce que suele ir armado, tomó partido por la expresidenta del PP vasco María San Gil cuando esta se distanció del entonces presidente del Gobierno Mariano Rajoy por sus discrepancias sobre la dispersión de los presos de la banda terrorista.
Esto le relegó de la política vasca, aunque la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, lo rescató en 2010 para dirigir la Agencia de Protección de Datos de la Comunidad primero y la Fundación para el Mecenazgo y Patrocinio Social después.
Muy crítico con el PP, abandonó el partido en 2013 tras acusar a Rajoy de «traicionar los principios» de esta formación y censurar su política antiterrorista, su «falta de respuesta a los nacionalistas en Cataluña y País Vasco» y su inacción en la legislación abortista.
Meses después, reapareció como uno de los impulsores de Vox, partido conservador que aboga, entre otros asuntos, por la devolución inmediata de las competencias de Educación, Sanidad, Seguridad y Justicia traspasadas a las autonomías, la derogación de la Ley de Memoria Histórica, la normativa referente a violencia machista y LGTBI y la devolución de los inmigrantes ilegales a sus países de origen.
Con este ideario, VOX consiguió irrumpir en el Parlamento andaluz con 12 diputados, lo que suponía la primera vez en décadas que una formación situada ideológicamente en la extrema derecha llegaba a una institución legislativa. El crecimiento siguió en las elecciones generales de abril y en las autonómicas y municipales de mayo. Ahora, Abascal quiere consolidar su proyecto para «echar a Pedro Sánchez» de La Moncloa y convertirse, al menos, en socio indispensable para formar un Gobierno de derechas.

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