Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Aquella acampada al sol

19/05/2021

Cuando el 15M llenaba con su clamor indignado la Puerta del Sol, la inmigración ya era un auténtico drama humano que nos situaba ante un porvenir problemático cuyas consecuencias se vislumbraban ya con bastante claridad. Hoy lo vemos en Ceuta con miles de personas convertidas por el gobierno de Marruecos en lanzadera para el chantaje político a España. Como el de este drama humano a la vez que problema político, todos las demás carencias que se hicieron presentes de forma nítida en la indignación de hace diez años siguen hoy vigentes, en muchos casos agravadas. La historia no ha cambiado, por más que se empeñen en este relato los que de una u otra forma salieron encumbrados. Desde luego, no ha cambiado para mejor, y apuntarse el tanto, como un gran logro, de haber conseguido, a raíz de aquello,  una cierta legislación antidesahucios, cuando la vivienda es hoy un bien inalcanzable para miles de españoles, no deja de ser un brindis al sol de un cielo que, si ha sido asaltado, lo ha sido para quedarse allí con una parcelita en propiedad.
Con el décimo aniversario del famoso 15M llegan todos los recuerdos y todos los balances absolutamente polarizados. Afirmar que el 15M fue un movimiento  que cambio totalmente la historia de España, como afirman estos días los portavoces de Podemos,  es prescindir con una grandilocuencia fuera de lugar de lo escaso de sus resultados. A la vista está, sin indagar demasiado, como siguen latentes todos los problemas que fueron señalados en aquellas jornadas de protesta.
Cuando ocurrió la gran acampada, España se retorcía en el gran oleaje de una crisis de  dimensiones colosales  provocada, en gran medida, por el estallido de la económica financiera, especulativa, ficticia. Se comenzó a hablar, entonces, de reinventar el capitalismo, pero en la calle lo que se padecía era el rigor de los recortes de un Estado de Bienestar en sus peores horas. España se vio abocada a un plan de ajustes que puso a Rodríguez Zapatero contra las cuerdas, y finalmente terminó con él fuera de la Moncloa. Antes, en la gran bonanza, su gestión de las vacas gordas fue más que discutible, y las vacas flacas se lo llevaron por  delante. La precariedad aumentó y se cebó con  la población más joven que comenzó a ver recortados su horizonte vital, y en esas seguimos, ahora con los efectos devastadores de la gran pandemia.
En ese clima surgió Podemos, desde los laboratorios de un grupo de jóvenes profesores con poco recorrido profesional y muchas visitas a los escenarios bolivarianos donde fueron preparando la hoja de ruta para su asalto a la notoriedad política. Ellos supieron capitalizar el descontento, y los resultados en términos electorales fueron espectaculares en un plazo de menos de cinco años. Se llegó a barajar, en las encuestas de entonces, la hipótesis del sorpasso al PSOE, incluso la llegada a la Moncloa.  Diez años después lo que queda del invento es un  partido  en fase menguante adaptado al sistema y a la sombra de un PSOE en el que no todos están de acuerdo con el compañero de viaje, casi siempre tan incómodo. Pablo Iglesias se retiró hace unos días diciendo que no quería ser un tapón para renovar liderazgos. Lo cierto es que la forma en que él ha gestionado Podemos puede haber sido un tapón para canalizar aquel descontento de una forma más constructiva y eficaz.
De manera que diez años después resulta muy exagerado decir que el 15M cambió la historia de España cuando la precariedad sigue campando a sus anchas, y la regeneración política continua esperando turno, con déficit alarmantes en los procesos participativos que lejos de reducirse se han agrandado. Ni siquiera se ha conseguido una mínima reforma de la ley electoral que nos acerque a sistemas de listas abiertas.
Y una agravante insalvable: hace diez años los españoles tenían esperanzan en un cambio, hoy la desilusión con lo que pueda venir de lado de la política es tan bestial como difícil de remediar tras la avalancha decepcionante de una nueva política multicolor, diversificada en varios partidos. Con este panorama, nadie confía a estas alturas en una regeneración sincera y la mayoría contempla el espectáculo político desde el sofá de su casa como se contempla un partido de fútbol en una tarde de domingo al compás de un bowl de palomitas. Así estamos diez años después de aquella acampada en la Puerta del Sol.