Antonia Cortés

Desde mi ventana

Antonia Cortés


Cáncer de mama

22/10/2020

Abre su correo electrónico como cada mañana.  “Cada 15 segundos se diagnostica a una mujer de cáncer de mama en todo el mundo”. Es el primer mensaje que ha saltado nada más abrir su buzón. De pronto, piensa en todas las que ya han recibido esta mala noticia en unos pocos minutos, los que ha tardado en leer el texto completo. También se le vienen a la cabeza esas palabras que les dirá el oncólogo,  que suponen un antes y un después en la vida de cada una de ellas, una puerta abierta a la incertidumbre y al miedo, y que deben pasar para empezar a callejear por ese nuevo escenario por el que tendrán que aprender a moverse sin perderse, sin abandonar la esperanza y aunando  las fuerzas necesarias para salvar los obstáculos que aparecerán como si de una carrera de vallas se tratara.

A ese primer vuelco provocado por la información  le sigue una cierta calma: casi el 90 por ciento de los casos diagnosticados se curan. Y un menos mal, bajito y con cierto alivio, se le escapa entre los labios y lo mezcla con el deseo de que esa cifra siga subiendo, como lo ha hecho en los últimos años. Sabe que en ese camino nada fácil todo importa y que el refrán de que más vale prevenir que curar tiene su sentido.  Un diagnóstico a tiempo, cuando ese cáncer de mama aún no tiene poder, cuando ha empezado a entrar, pero sin acomodarse, es más fácil echarlo, sacarlo de nuestras vidas, de las de tantas mujeres y menos hombres, aunque también,  antes de que la complicación empezada se convierta en una triste sentencia.

Se va quedando atrás el horror de una enfermedad que sí o sí se relacionaba con la muerte; atrás, también, el sentimiento de que todo está perdido como un barco a la deriva en alta mar. Las malas y buenas noticias se mezclan. Cierra su correo electrónico y navega por diferentes páginas que en Internet hablan de esta enfermedad que vence y es vencida en diferentes escenarios de batalla. Lee que más de 33.000  casos de cáncer de mama se detectan anualmente en España, y de nuevo el corazón se le encoge, porque no es una cifra, porque podría escribir sobre un folio blanco muchos nombres cercanos, queridos.  Lee también sobre la importancia de las revisiones, de realizar mamografías, de no descuidarse... Pero lo que le inquieta es descubrir que hay otro miedo  que está por encima del miedo a un diagnóstico, a unas pruebas, a un tratamiento: ir al hospital.

Lee y relee porque este coronavirus que marca nuestra forma de vivir, que llena nuestras ciudades de tristeza, es además una amenaza añadida.  Más diagnósticos tardíos, más muertes. El enemigo, piensa, no está en el lugar donde nos sanan, y, como una súplica, pide que el temor no rompa los esperanzadores resultados que la investigación va consiguiendo.