Aurora Gómez Campos

Aurora Gómez Campos


El Rey sin suelo

07/10/2020

El Rey es una pieza de pelea. ¡Úselo!», dijo el primer campeón oficial del mundo de ajedrez Wilheim Steinitz. Y eso es precisamente lo que se está haciendo. Felipe VI es un buen rey pero ha tenido mala suerte. Sin oler siquiera los cuchicheos de las antesalas de la Zarzuela, se aprecia que Felipe VI permitió quedarse sin la dama en su propia partida, es decir, sin su padre. El Rey emérito ejerció de cortafuegos frente a la erosión de la monarquía española. Bien es cierto que los fuegos los había provocado él mismo, pero precisamente por eso, él mismo debía permanecer como escudo humano que protegiera al rey ejerciente. Fue temerario permitir – o exigir- que Don Juan Carlos de Borbón abandonara España. Al marcharse el Rey emérito, el Rey quedó sin dama, ejerciendo de peón y sin suelo bajo los pies. No en vano dijo el campeón de ajedrez Nelson Pinal que el sacrificio de la dama para dar jaque mate es el gol del ajedrez. 
Hace tiempo que el derecho fundamental a recibir una información veraz se ha confundido con el derecho a un entretenimiento efectivo. Los bajos, visos y refajos de las parejas del Rey Juan Carlos son información veraz que, durante este difícil año, se ha usado como morboso material de erosión de la monarquía parlamentaria. Y el temor no es la erosión de la monarquía sino de su apellido “parlamentaria”. En estos momentos no es lo más importante erosionar o dañar la monarquía sino controlar la expansión de un virus. Pero ellos, los políticos de la capital, viven una realidad paralela atendiendo más al mantenimiento de una contienda política artificiosa que a la solución de problemas. En esa línea, interesada y voluntaria, la creación de un estado de opinión contrario a la monarquía es laboriosa porque surtirá efecto a largo plazo. 
La Constitución casó a la monarquía con el parlamentarismo. Es cierto que la República como forma de estado hubiera sido preferible para muchos de nosotros. Pero no podemos dejar de atisbar que tras la destitución de la monarquía se vaya del brazo la misma democracia y ese olor no nos gusta a quienes vamos teniendo años. 
Pequeños avances hacen grandes caminos. Un pequeño-gran paso es no permitir que el Rey vaya a Barcelona por peregrinas razones. El Rey es el representante del Estado español, de igual manera que si fuera el Presidente de la República, porque de lo que se trata es de la Jefatura del Estado, no de la forma del Estado. Ya veremos si esto es suficiente para conseguir pactar la Ley de Presupuestos Generales del Estado. El pueblo no merece que se le tome por necio e ignorante porque ahora mismo, a fuerza de toser, de fiebres, jarabes, dolores de espalda, mascarillas incómodas, aislamientos y pérdida de nuestra forma de vida, sabemos que lo menos importante es si el Rey se va de viaje.