Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Nuevas normas de tráfico

22/03/2021

Parece evidente que el factor que más riesgo genera hoy día en la conducción es el uso del móvil, hasta el punto de que se ha convertido en la bestia negra del conductor, como lo es de la población en general. Resulta poco menos que de alucine ver el grado de dependencia de niños, jóvenes y adultos, en la calle, en la casa, en el coche, y algunos hasta cuando duermen. Los hay que, desde que se levantan hasta que se acuestan, desde el alba al ocaso, viven pendientes del ‘bichito’, convertido en su fetiche, con una atracción magnética cada vez más absoluta.
Nada extraño, pues, que en el nuevo proyecto de ley, que modifica la Ley de Tráfico de 2015, y cuyo objetivo primordial es el agravamiento de las sanciones previstas para aquellos comportamientos que entrañan mayor riesgo para la conducción, el uso del teléfono móvil al volante se haya convertido en eje esencial del mismo. Son nada menos que seis puntos lo que nos costará el hecho de que nos sorprendan hablando con el móvil en la mano (tres si se trata del fijo). Lo que se dice una sanción ejemplar.
Los que con la llegada de la democracia esperábamos, haciendo gala de un altísimo grado de idealismo, que la gente se responsabilizara e incluso que, con el tiempo, desaparecieran las cárceles y la ley del palo, hoy día definitivamente hemos visto zozobrar aquel bendito sueño. La Humanidad en general, y no digamos los latinos, sólo se doblega ante el argumento del palo, la maza y la sanción. Lo vemos en la carretera a diario, lo vemos en las calles de Barcelona y lo hemos visto, y de qué modo, en las fiestas clandestinas que se vienen celebrando por doquier, contraviniendo lo prescrito por la autoridad en el asunto de la pandemia.
La cárcel, la estaca y la sanción significan la derrota del ser civilizado, acuciado por su egoísmo y pendiente únicamente del ‘vaya yo caliente y ríase la gente’. Por fortuna, la DGT lo tiene claro y no se anda con chiquitas. Lo de los seis puntos de sanción me parece perfecto, siempre y cuando al conductor que se le sorprende sin carnet de conducir fuera depositado de inmediato en la prisión más cercana. De todos modos, es de alabar, más allá del evidente afán recaudatorio, que también, la preocupación por avanzar hacia el umbral de las cero víctimas allá por 2050 (a largo me lo fiáis, señor juez).
A este respecto, también resulta de alabar la otra gran novedad del proyecto de ley, que no es otra que la sustitución del actual dispositivo de señalización de peligro V-16, consistente en los familiares dos triángulos colocados delante y detrás del vehículo inmovilizado, por un dispositivo luminoso de color amarillo que se colocará en la parte más alta del vehículo averiado, una señal que garantizará la máxima visibilidad y comunicará su posicionamiento al Punto en materia de Tráfico, pero que no será obligatorio hasta el 1 de enero de 2026. ¿Y por qué esa demora?, nos preguntamos. ¿Cuántas vidas costará ese interludio?
Pero hay otras cosas que pasan inadvertidas a la DGT y que convendría analizar con detenimiento. Una que se me ocurre es la supresión de las dañinas bolas de hierro traseras que llevan muchos vehículos, que, inmisericordes, clavan en el de atrás a la hora de aparcar, y que resultan una auténtica amenaza para las rodillas de los viandantes. ¿Por qué no entrar en el asunto de una vez? Otra, achacable a los municipios, sería la responsabilidad de tener los pasos de peatones recién pintados, e incluso de rojo, y hasta con una señal bien visible, de tal manera que no hubiera, como sucede a menudo, que adivinar que está ahí. ¿Cuántas víctimas anuales se producen en estos puntos fatídicos por culpa ya no sólo de la escasa visibilidad (y no digamos para el vehículo que va detrás), sino también de las distracciones y no digamos de ese azote que es el peatón que cruza pegado al móvil, con cara de alelado, y ajeno por completo a que su vida está en juego. Veremos.