Editorial

La estudiada e insuficiente maniobra de la izquierda abertzale

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El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, y el secretario general de Sortu, Arkaitz Rodríguez, leyeron ayer una declaración -coincidente con el décimo aniversario de la derrota de los comandos de la organización criminal y terrorista ETA- en la que pidieron perdón a las víctimas por vez primera. Es sin duda un paso adelante. El reconocimiento del dolor causado conlleva una asunción explícita de culpa y responsabilidad en 50 años de terror, muerte y dolor. Pero admitir la obviedad de que las palabras de Otegi y Rodríguez pueden constituir el inicio de una nueva etapa no significa que sirvan de forma definitiva a la necesaria transición hacia la normalización de la vida sociopolítica del País Vasco y el resto de España.

Los líderes de la izquierda abertzale, que durante décadas ha ejercido como brazo político de ETA y tratado de legitimar sus crímenes, han trufado el discurso de eufemismos que no ocultan la intencionalidad añadida al presunto sentimiento de culpa. El mensaje pretende de forma indubitada blanquear la acción política de una organización que pacta con el Gobierno mientras secunda, o, en el mejor de los casos, no condena, los homenajes a los criminales de ETA, incluyendo las concentraciones para pedir la libertad del asesino en serie Henri Parot, y lo pretende tanto de puertas adentro como en su proyección exterior. De hecho, ni siquiera citan a ETA y se refieren a medio siglo de asesinatos como «aquello», lamentando también «que se prolongara tanto en el tiempo», no así que sucediera.

La declaración es también lubricante para uno de los asuntos políticos más alambicados de cuantos están sobre la mesa del Ejecutivo del PSOE y Unidas Podemos: los terroristas presos, para los que Otegi y Rodríguez pidieron ayer una «solución integral». De su retórica se desprende que el hecho de que un criminal cumpla su condena es un problema, pues de lo contrario no requeriría solución alguna. Y de la 'integridad' de la misma, un circunloquio de la amnistía que EH Bildu defiende sin ambages para quienes escribieron materialmente el guion de «aquello».

España debe cauterizar las heridas del terrorismo. Enquistarse en el dolor no servirá para construir un futuro de concordia, respeto y libertades reales, pero para eso hay que cimentar el proceso sobre los principios de verdad, reparación y justicia. Hay más de 300 familias que ni siquiera saben quién asesinó a sus seres queridos. Mientras, el entorno abertzale custodia una ingente cantidad de información sobre lo que por décadas sucedió a la vista pública en las calles y barrios del País Vasco. Los lacerantes homenajes a los asesinos y las escuelas de odio en las que aún germina la vesania de ETA en forma de amenazas, pintadas o palizas deben acabarse. Sin ambages, sin eufemismos y sin miedo a llamar las cosas por su nombre. Solo entonces será posible volver a empezar.