Enrique Belda

LOS POLÍTICOS SOMOS NOSOTROS

Enrique Belda


¿Y si estamos más cerca de la pobreza que de la riqueza?

14/07/2020

En España, desde mediados del siglo XX hasta la pasada crisis de 2008, las sucesivas generaciones, por regla general, mejoraban en su estatuto económico y social: los hijos vivían mejor y con más calidad de vida que sus padres, y estos a su vez superaban a los abuelos. Tras aquel cambio mundial, la trayectoria colectiva o grupal parece que ha dado paso a una perspectiva del caso a caso basada en múltiples factores de todo orden, incluida la suerte, en el que las personas que «ya tenían» (dinero, trabajo, ingresos) mejoran, y otros que andaban renqueantes, cayeron del lado oscuro y fueron a peor. El desalentador resultado ha sido el incremento de la desigualdad entre los ciudadanos y una peligrosa tendencia al retorno de las clases sociales. En ese ambiente de incertidumbre y cuando muchos lugares, incluida por ejemplo mi pequeña ciudad, no habían logrado superar la anterior crisis, ha llegado ahora el terremoto del Covid-19. No es mi intención decir que todo está mal y que además puede ir a peor, pero simplemente quiero subrayar dos cosas: la primera es que no veo que los españoles se estén dando cuenta que la inversión de la tendencia a la baja de su futuro y de sus recursos que se produce desde hace doce años, puede no ser temporal, y ya sin pandemia era posible que estuviéramos viviendo el camino de descenso hasta no se sabe cuándo (especialmente si nadie tomaba decisiones drásticas en un mercado de trabajo enfermo y estático). La prueba de ello es que ahora algunos quieren atajar la crisis de los últimos meses desde una perspectiva de vuelta a la normalidad que, de tener suerte y conseguirse, sería solo retomar el camino del descenso, no del ascenso. La segunda cosa, más peligrosa aún, es que muchos quieren resolver aquello y esto desde perspectivas ideológicas del siglo XX, negando la realidad económica y la interdependencia mundial. Estas ideas que planteo están mayoritariamente arraigadas porque la esperanza es lo último que se pierde, y la ciudadanía puede estar tentada a elegir opciones negacionistas de la realidad, arrastrándonos a todos en la caída libre. Vamos a ver si los liderazgos futuros apuesten porque la gente abra los ojos, por orientarla un poquito, en vez de apuntarse a la tendencia mayoritaria dejándose llevar por las expectativas de voto. La pobreza del país es cuestión de pocos años si los parroquianos no se coscan que nuestra sociedad no puede más en este rumbo.