Miguel Ángel Jiménez

Comentario Dominical

Miguel Ángel Jiménez


Nos acordamos de santa Bárbara cuando truena

02/07/2021

Recién comenzado julio, mes, con agosto, también acaso otros, pero con menos intesidad, en el que los encuentros de amistades permanentes, la posibilidad de las nuevas, se nos abre en horizonte natural y bello. Ojalá y los años no nos hagan caer en descreimientos causados por sinsabores o desengaños, sino que siempre tengamos «aquellas transparencias de aire fiel; […] niñas de aquellos ojos de ayer». Ingenuidad, limpieza de mirada y de corazón, expectantes por lo que puede suceder, por a quién vayamos a conocer y con quién nos podamos encontrar. Ojalá y a nadie se nos pueda decir: «no sé qué habrás ganado, pero has perdido un amigo». Ojalá y no caminemos cegados en un mundo luminoso. En la más profunda oscuridad es cuando la luz, aunque sea el débil resplandor de una sola llama, se torna más poderosa.  
Hoy, comenzando julio, podemos damos gracias a Dios por los amigos. Por los que permanecen, por los que sabes que si tuvieras que pedirles algo, allí estarían incondicionalmente. Desde Dios, el más permanente y fiel; hasta el más reciente. Los amigos no lo son por su utilidad, sino por su cariño.
Nos acordamos de santa Bárbara cuando truena y de los amigos cuando los necesitamos, y los buenos, los de verdad, están, justamente, en esos momentos. Llamándolos o sin haberlo hecho. «Un amigo fiel es un refugio seguro, y quien lo encuentra ha encontrado un tesoro. Un amigo fiel no tiene precio y su valor es incalculable. Un amigo fiel es medicina de vida» (Eclo 6, 14-17). Gracias a Dios, el amigo; gracias a los amigos.