Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


La primera vez

24/07/2020

Mira si será atípico este año, que en la mayoría de medios no contamos ni con la colaboración de los compañeros temporales de verano. Y eso que siempre son bienvenidos. Se acaban de cumplir 20 años de mi primera vez y hay situaciones que jamás se olvidan. Aquella rueda de prensa en la que te desvirgas, el estreno en un directo e incluso ese primer pleno del Ayuntamiento, en el que no sabías si entrar por la puerta de los concejales o a través de la bancada del público. 
No me gusta el apelativo de becario para llamar a los estudiantes que refrescan las redacciones durante un par de meses. No es una cuestión reivindicativa, que en parte también. Es mera experiencia personal. Cuando aterricé en la redacción de RNE en Guadalajara, justo el primer día, al terminar la faena, me fui a tomar una caña con el reportero gráfico de TVE. Juan Palacios es de Sigüenza y a pesar de su juventud ya llevaba una buena mili hecha con su cámara. Es un veterano del Vietnam. En Casa Víctor le conocía todo el personal y, en esos momentos de bisoñez, ya te presentaba como «un nuevo compañero». Desde entonces, me ha gustado insistir en ese trato. 
En aquel verano compartí prácticas con una compañera de Tamajón y otro de Madrid. El de la capital ha volado lejos y llegó a ser un puntal importante del equipo de comunicación de Mariano Rajoy durante su etapa en La Moncloa. Años antes se estrenaba en el oficio y también en una ciudad que le era completamente desconocida. Por entonces estaban haciendo alguna obra menor en el Alcázar que había que publicitar convenientemente. El madrileño se fue con su maletón de la época, en la que la grabadora era un arma de destrucción masiva. Como tardaba en llegar, le llamó el redactor jefe. «¿Dónde estás?», le preguntó. «Estoy en el Palacio del Principado», contestó de inmediato. El periodista principiante donde realmente se encontraba era en el Infantado, que, para los que conozcan Guadalajara, se encuentra a escasos metros del Alcázar Real. Nunca supimos por dónde se metió pero volvió manchado de barro hasta los tobillos y no llegó a tiempo a la comparecencia en la fortificación de origen andalusí. 
Todos tenemos nuestro momento y también llegó mi día. Como última hora, apareció en el fax la actualización de la información de un incendio. Lo enviaba la Subdelegación del Gobierno y, en el texto, reflejaba al detalle todo el dispositivo, entre bomberos y demás equipos de extinción profesionales, además de la colaboración de los vecinos de la zona, con la presencia de un buen número de tractores. El fuego se extendía entre Fuentelahiguera y Viñuelas, dos pueblos vecinos. Al pasar los datos, incorporé, de forma inconsciente Fuentelencina, que está junto a Pastrana y muy distante de los dos pueblos anteriores. Nada más salir del estudio, sonó el teléfono fijo y la casualidad quiso que lo cogiera yo. Era la voz de un hombre. Por el tono diría que era mayor, pero las voces engañan. Fue especialmente tajante cuando confirmó que la persona con la que hablaba era la misma que acababa de dar la noticia. «Es usted un ignorante. ¿No sabe que si hay un incendio entre Viñuelas y Fuentelencina se está quemando media provincia?». Como bautizo, no está mal. Me quedó el consuelo de que en la redacción no se enteró nadie y eso me llevó a pensar que no todos los oyentes tenían tanta atención como el caballero que me llamó al orden.