Antonia Cortés

Desde mi ventana

Antonia Cortés


Para siempre, mi querido amigo

20/04/2022

Tú también te has ido como se fueron ellos. Cuando aún no te tocaba, cuando la naturaleza no cumple con lo que ha de cumplir. Te fuiste antes de tiempo, lo sabías, lo sabíamos, pero, otra vez, no quisimos aceptar esa cuenta atrás, la llegada de lo que estaba escrito. Un diagnóstico, una lucha y, al final, la nada, quizá todo, pero duele, dueles.
Un día más y otro que empiezan a apuntarse en el calendario como si fueran preciados regalos sin pensar en los muchos que ya te quitaron, os quitaron. Y una vez más el porqué se queda mudo, sin esa respuesta que no convencerá, porque la ley de vida no es justa cuando la justicia se escribe con tanta tristeza. Y tras ese silencio viene ese grito de impotencia. Sí, grito tu marcha entre las montañas que tanto nos gustan, como ya lo hice antes, una, dos, tres, cuatro, hasta en cinco ocasiones. Demasiadas ausencias. Grito con la misma rabia que un niño al que le acaban de quitar su juguete preferido; con la fuerza de un huracán que arrasa con todo. Luego cierro los ojos en busca de una calma que cuesta demasiado. Tu imagen en el aire, tu voz, tus canciones, tus papelillos. Hay tanto vacío…


Camino entre las piedras sin rumbo, sin metas, sin un destino.  Voy hacia aquel lugar en el que ahora estoy, pero en aquel otro ayer donde estábamos todos. Qué lejos quedan aquellos veranos; qué cerca aquella última vez, cuando ya sabíamos, cuando ese saber no nos robó la alegría de horas intensas llenas de risas hasta el anochecer. Que no pare la música.
En ese pasado no hay asfalto, no hay farolas, no hay responsabilidades ni miedos. Y te veo, os veo, nos vemos. Y aparece la inocencia de una niñez que empezaba a alejarse mientras juega al fútbol, mientras se hacen dos equipos para jugar también al pañuelo; y ahora esa adolescencia que se tiñe de amor y desamor. Secretos confesables mientras amanece. Y nos sentíamos mayores sin saber lo que en realidad significaba serlo.

Vuelvo a este lugar donde todos nos conocimos. Y no estás, no estáis. Busco entre los olivos y vides los recuerdos de antaño y aparecen como las margaritas en estos días, cubriéndolo todo, alfombras mágicas de colores: amarillos, naranjas, blancos... La chimenea está encendida, como la última vez que te vi. Hay calor en esta casa, la de María, por la que todos, los que aún estamos, los que ya no estáis, hemos pasado. Y vuelvo a cerrar los ojos para verte, para revivir ese momento; y ahí estás, estamos, mirándote, olvidando tu delgadez, tu hoy inquieto y ese mañana más que incierto, mientras tocas tu guitarra. Qué no pare la música, te oigo decir… Y tu voz se va desvaneciendo poco a poco, mientras tu sonrisa aparece inmortal, para siempre. Para siempre, mi querido amigo.