Pilar Gómez

MIS RAZONES

Pilar Gómez


La monarquía es un gran invento

12/09/2022

Nueve monarquías, entre ellas España, figuran entre las veinte democracias ejemplares del mundo de acuerdo con el índice Democracy Index que aparece periódicamente en la revista The Economist. Algo ya sabido pero que merece la pena recordar en estas fechas en las que el fallecimiento de la reina Isabel II de Inglaterra ha conmocionado a la opinión pública mundial. El tradicional debate sobre la forma del Estado resulta radicalmente absurdo. Nadie elegiría una república al actual estilo venezolano por encima de una monarquía al estilo sueco. Es un debate estéril. Lo realmente importante es gozar de un régimen democrático que defienda plenamente los derechos de los ciudadanos para que puedan sentirse libres e iguales. 
La sociedad británica ha despedido a su reina como tal figura merece. Isabel II ha sido uno de los personajes más relevantes del siglo XX. Nadie lo niega, nadie lo discute. Tuvo, como es natural, sus momentos negros y sus errores, que logró transmitir al Reino Unido ese concepto de tranquilidad y normalidad que toda nación necesita. Así se lo han agradecido en estas horas de luto millones de británicos que han despedido a Su Majestad con el sentimiento de quien, en verdad, se ha quedado huérfano. Es evidente que el tema de la monarquía no está en la mesa de la polémica en el Reino Unido. Es asunto consolidado y aquilatado. Algunos politólogos de pandereta, en nuestro país, pretenden defender ahora una extraña teoría sobre la legitimidad del rey Carlos III y su continuidad al frente del Estado. 
Tal cuestión se vuelve a plantear en nuestro país al hilo de la pérdida de Isabel II. Hay unos republicanotes de guardia que saltan como coyotes en cuanto aparecen este tipo de asuntos en el horizonte. Cierto que la serenidad, sentimiento y respeto con que los británicos han despedido a su reina resulta ejemplar y edificante. Un mero vistazo a lo que ocurre en nuestro país evidencia la distancia existente entre ambas monarquías. para empezar, aquí tenemos a una parte del Gobierno que mata sus horas libres o llena sus vacíos ideológicos atacando con saña al jefe del Estado, un exotismo sin parangón en toda Europa. Críticas que, por supuesto, no merecen reproche alguno por parte del presidente del Ejecutivo, que contempla estos ataques a la institución como si fuera una broma de chicos. Tenemos, también, la figura del rey padre en un exilio sui generis, con la pregunta pendiente de conocer qué pasará con su futuro, si no regresará jamás a su país y pasará el resto de sus días en el extranjero, como ya ocurrió con algunos de sus predecesores.
¿Quién defiende a la Corona en España? El Rey Felipe VI deambula muy solo. Recibe, eso sí, el cariño de la gente cuando pone el pie en la calle, no como Sánchez, siempre abucheado, pero la estabilidad de la institución aparece permanentemente en tela de juicio, sin horizonte claro ni futuro asegurado. La Corona ha sido el más firme elemento de estabilidad en el Reino en las siete décadas de reinado de Isabel II. Un ejemplo que debería tomarse en consideración, al menos por parte de los nostálgicos que consideran que la República, el periodo más terrible y errado de nuestra reciente historia, sea una especie de camino a seguir. La Monarquía es un gran invento, nadie lo dude.