Antonia Cortés

Desde mi ventana

Antonia Cortés


La dualidad

23/02/2023

No todas las soledades son iguales. Hay soledad y soledad. La obligada y la necesaria. A la que se quiere y espera como a un día primaveral y de la que se huye como de los amargos recuerdos. La que se busca porque te acompaña con respeto y la que te busca y te encuentra sin desearla. La que te trae el sosiego necesario cuando la revolución ha estallado y la que te consume mientras las horas silenciosas se hacen eternas.
Hay silencios y silencios. Los que te taladran y te van rompiendo hasta llegar a lo más profundo, al alma, y los que te dan calor como una enorme lumbre al anochecer. Los que te arrastran hacia el miedo sin que puedas controlarlo y los que te enseñan a conversar contigo, a observar, a disfrutar de las páginas de un buen libro. Los que se empeñan en llevarte por laberintos complejos y difíciles y los que te conducen por los mejores caminos para que puedas contemplar el paisaje. Los que duelen demasiado y dejan abiertas las heridas porque despreciaron el uso de las palabras y los que dicen todo sin necesidad de decir nada.
Hay presencias y presencias. Las que están y te producen el penetrante frío de los inviernos manchegos y las que te acarician como la suave brisa de una tarde otoñal. Las que te van consumiendo, y lo sabes, como una grave enfermedad y las que sin avisar te inyectan la energía que poseen las vitaminas. Las que te ponen la zancadilla cuando menos te lo esperas y se detienen para disfrutar viendo cómo es la caída y las que te ofrecen una mano en aquellos momentos de inseguridad o fragilidad, y también cuando la felicidad camina a tu lado.
Y existen, además, no presencias más presentes que las que se ven. Y sientes que te escuchan, que te miran aunque te gires de pronto y no estén, que te regañan, que te protegen, que te avisan, que te mandan señales cuando la incredulidad y el desasosiego se quieren sentar en tu misma mesa…Que te susurran al oído que no estás solo cuando esa soledad no deseada se empeña en pegarse a tu piel; que se convierten en viento y soplan fuerte cuando ese silencio que daña se empeña en aislarte y cerrar las puertas de par en par; que aparecen cuando ha desaparecido quien se supone que ha de estar para abrazarte.
Soledad, silencio, presencia. Con su doble cara, con sus significados, con los nuestros, con sus días, no siempre iguales. La dualidad.
Una mirada al cielo, un hermoso recuerdo, unos peñones, una fotografía, un olor, un tigretón en el congelador, una sonrisa, un arcoíris, el sonido de una caracola, una ladra, el dolor, un pensamiento, un querer… La soledad, el silencio y la presencia sentida tocan la armónica cuando tú decides que estos tres ingredientes se mezclan para ofrecer la mejor composición de una improvisada melodía. 

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