Manuel López Camarena

El Yelmo de Mambrino

Manuel López Camarena


No se puede hacer peor

01/10/2020

A la hora que me pongo a la tarea de ensartar una serie de frases para, con ellas, formar dos, o tres, o cinco párrafos y luego, con todo, un artículo, constato que de la tan cacareada reunión entre las Comunidades Autónomas y el Gobierno de la Nación no ha salido nada aún y lo que sale de la misma, el tufo que sale de la misma, no sólo no dice nada, o casi nada, sino que lo que sale, como en Hamlet, huele mal, muy mal, no sólo a podrido, sino a la más rotunda despreocupación de la clase política española, que parece ser el colectivo que debería estar dejándose la piel, y el último resuello si necesario fuere, o fuese, en librarnos de la pandemia que nos tiene apresados entre sus fauces insaciables, porque así, insaciable, es el mal que ya ha contagiado a un millón de españoles, ha matado a unos cincuenta mil -recuerden que esta cifra ha sido manipulada y ocultada, según otros grupos políticos, por el Gobierno- y sigue, día a día, minando nuestra salud con secuelas durísimas a veces y llenando nuestros cementerios de personas sin nombre,  al menos en los primeros momentos.
Y la verdad es que viendo, como llevamos ya meses, el pampaneo gubernamental de Pedro Sánchez y los que le respaldan, o apoyan, no debe extrañarnos el distanciamiento y el resquemor de unos con respecto a los demás, más todo lo malo aun que, políticamente hablando, una clase política entera, salvo las obligadas excepciones, sea capaz de destilar sobre los gobernados que, según quienes y según qué cosas y qué situaciones, sufrirán, aunque muchos seguirán entregándoles su voto y hasta su virginidad política, en aras no se muy bien de qué principios y hasta de qué intereses, sin advertir que el voto, sólo el voto, es el único instrumento que los pueblos democratizados, aunque sea sólo a medias como sucede entre nosotros, en la vieja España, es la llave para abrir la puerta de lo mejor; el abono para que la cosecha sea óptima para la mayoría; y/o el arma para evitar el asalto de los que han hecho del sistema su cortijo, como está pasando entre nosotros. 
No sabemos a esta hora qué ha pasado en la reunión de marras, pero el más que posible fracaso de la misma, quizás encabezado por los líderes de la misma, confirma la triste realidad, descalificadora de todos aquellos que están pringados en este criminal asunto que, insisto, ha costado unas cincuenta mil víctimas mortales inocentes, que hasta la vida de los súbditos que les otorgan poder y dinero -¡pensionistas de España!, han visto lo que le queda de retiro al golfaco de Chis Torra, tras echarlo la Ley de la presidencia de Cataluña!- les importa lo justo para disfrazar su desvergonzada y punible desidia con una presunta labor parlamentaria y similar o parecido. Poco vale nuestra clase política actual; menos, sin duda, que la que hemos tenido en décadas pasadas construyendo la democracia, pero no sería tan descabellado que algún fiscal, o fiscala, iniciase actuaciones de oficio. Hay demasiados datos, situaciones, sospechas y llamadas de atención de autoridades supranacionales cuestionando la gestión de la pandemia en España, que no se concebiría otro sobreseimiento como el de hace unos días. Cincuenta mil tumbas son muchas tumbas y un millón de infectados, o contagiados, casi más. La salud de la democracia española, con todos los defectos que tiene, lo exige y merece.