Javier Ruiz

LA FORTUNA CON SESO

Javier Ruiz


El aire raro de esta vendimia

01/10/2020

Estos primeros días de otoño los paso con los amigos del Consejo Regulador de la Denominación de Origen La Mancha, con los que hacemos en la radio la Fiesta de la Vendimia. Onda Cero repite por segundo año el gran formato de programas en cadena desde el mayor viñedo de Europa, un universo propio, un mundo autónomo, el de los vendimiadores que se levantan con el primer aire de la mañana para coger el hilo hasta que cae la tarde. Se ha mecanizado el trabajo milenario, pero hay cortes que son imposibles no hacerlos con las manos. La uva respira a campo abierto y así es más difícil el contagio, pero me cuentan que los vendimiadores también van con mascarilla. La ardua tarea de viejas alcayatas dobladas se hace así más dura con esta nueva prenda que nos ha crecido bajo las orejas y amenaza con acompañarnos varios meses más. La sensación es extraña... A punto de terminar la vendimia, parece ya salvada, pero hables con quien hables, nadie hay que no se rasque la cabeza, lance la mirada al infinito y se encoja de hombros cuando por el futuro se le pregunta. El campo ha vuelto a responder y ha dado el do de pecho. La despensa está llena, pero el porvenir viene cosido en telarañas.
El aire de La Mancha este año es raro, diferente. Sigue siendo frío a primera hora para volverse caliente conforme avanzan las horas, pero al aire lo cruzan sibilinas miradas con el rabillo del ojo. Nadie se fía de nadie, la ausencia de abrazos es una tortura para el hombre, que se desnaturaliza con el maldito virus. Te cuentan los viejos que ya han palmado algunos en septiembre sin que se le haya dado demasiado bombo. Pero que el virus continúa y no se ha ido. La principal tarea es salvar la vida y el resto ya vendrá y saldrá. Hacer la vendimia en estas condiciones es trabajo de Hércules, digno de ser glosado por Homero. Las bodegas y cooperativas reciben las uvas en buenas condiciones y el lento proceso enológico vuelve a ponerse en marcha. El vino es símbolo de civilización y cultura. Donde no hay vino, no hay alegría y habita la tristeza. No me fío de quien no bebe vino, porque no lo ha probado lo suficiente. Hay que tener constancia, perseverancia y colonizar un mundo milenario que se esconde tras las cepas. Como Sócrates, solo sé que no sé nada cada vez que pruebo un buen vino.
El aire enfila la mañana lleno de incertidumbres y preguntas. Pero en el fondo esconde un hilo de esperanza al que se engancha el resto del día para seguir tirando, la gran especialidad de los manchegos. Llevamos tirando siglos y así se nos ha quedado de lisa y llana la meseta. Si hay alguien que entiende y soporta esto es el vendimiador, acostumbrado a las fatigas de la podadera y el sarmiento. Va hilo a hilo y sabe que es imposible recoger la uva de una vez. Igual sucede en la batalla contra el virus. Se gana día a día, cada uno desde su frente. Si los políticos no hacen su trabajo, no es excusa... Hay que echarlos y mandarlos a otra cuadrilla, pero nosotros debemos hacer lo que ya sabemos de sobra que funciona. La enfermedad apela a la responsabilidad como sucede con las cosas importantes de la vida. Emerge la verdad y luego no valen lamentos. Si no hay que hacer determinadas cosas, no sé por qué hay inconscientes que insisten. Les falta la paciencia del vendimiador, la espera, el cuidado y su mimo. Y no solo a los jóvenes, también algunos mayores. Yo me los traería a ver el mar de viñas mecido por este viento raro que peina desordenadamente los racimos.