Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Diario del año del desastre (III) Huis clos

05/04/2020

Viernes de Dolores. Calles vacías. Avenidas vacías. Carreteras y autopistas vacías. Estaciones de servicio vacías. Ejército, Guardia Civil y Policía. Ciudades y pueblos tomados. Bares y restaurantes vacíos. Estadios vacíos. Iglesias vacías. Ni hubo Fallas. Ni hay Semana Santa. Ni habrá Feria de Abril. 
El mundo se ha parado. La gente permanece a la expectativa. El miedo lo invade todo. Viví una situación parecida en la Polinesia en espera del ciclón devastador. Había que aprovisionarse a tope y esperar la embestida del Océano. Ni cerillas encontré. Los supermercados eran un puro esqueleto. 
 Aquí no es el Océano, sino un virus asesino procedente de China. Los cadáveres se multiplican. En Madrid, ¡quién lo dijera!, faltan morgues. No hay carros de la muerte como en la Edad Media; ahora somos más civilizados. Pero las víctimas siguen muriendo solas, muchas de ellas sin tan siquiera un simple respirador. En un mundo de derroche, despilfarro y dispendio, ha fallado la previsión (hasta hace pocos años hubo en España Institutos Nacionales de Previsión). 
Hemos vivido una semana atroz. Siete días sobrepasando la cifra de los ochocientos muertos hasta casi alcanzar los mil. Madrid ha vuelto a soportar la época de los bombardeos fascistas; sólo que esta vez el enemigo es microscópico. Hemos alcanzado prácticamente la cifra de los once mil fallecidos, y para el domingo habremos superado los trece. Pero los responsables de la Sanidad Española tienen que aferrarse a la esperanza. Por eso a las ocho cada tarde cantamos el ‘Resistiré’.
Lo de las residencias de ancianos ha sido una de las grandes vergüenzas de nuestra época: lo ocurrido en muchas de ellas ha de ser objeto de detenido estudio con el fin de depurar responsabilidades. Más de mil quinientos ancianos dejados de la mano de Dios, cuando, como me dice mi amigo Deogracias Carrión –cuyo hermano José Luis fallecía hace una semana–, lo primero que hicieron los chinos cuando apareció el coronavirus fue proteger a sus mayores, a quienes por allí se les tiene veneración. Igual, igual que aquí. Soportar una guerra civil, aguantar una posguerra infame para morir por no tener un respirador… Los hay desdichados. Y los hay con morro…
También me dice Deogracias que «lo único bueno de esta pandemia es que demostró lo inservibles que son las armas, lo débil que es el poder, lo inútil que es la riqueza y lo importante que es Dios». De acuerdo, amigo, pero yo me atrevería a añadir que también nos ha de servir para tomar conciencia de una puñetera vez de que la vida es lucha, exigencia consigo  mismo y con los demás, toma de conciencia de nuestra pequeñez y vanidad sin límites, y de la importancia de tener una clase política preparada, honesta y, sobre todo, lúcida. Lo digo por los que pasan de todo hasta que se dan cuenta, como dice Bertold Brecht, que también van por ellos.
Comienza Eliot su poema Tierra baldía diciendo que «April is the cruellest month», el mes más cruel. Yo, por mi parte, le pido a Dios un poco de benevolencia para que, para nosotros y para los italianos, al menos, no sea tan cruel como ese marzo que acabamos de sufrir, así, sin comerlo ni  beberlo, cuando quien más quien menos esperaba el milagro de la primavera para contabilizar una más. En abril nos la jugamos y para eso tenemos que poner el hombro todos, no sólo esos héroes que noche y día se baten el cobre en los hospitales como en una batalla campal. Se habla ya de unos nuevos Pactos de la Moncloa, de la Moncloa o de lo que sea, único modo de recobrar la esperanza perdida.