Enrique Belda

LOS POLÍTICOS SOMOS NOSOTROS

Enrique Belda


Los símbolos del Estado son de todos

06/10/2020

Al menos hay cuatro símbolos en España: la bandera, el escudo, el himno nacional y el Rey, en cuya naturaleza predomina la función de simbolizar, siendo una magistratura sin poder efectivo. Representan la compleja nación compartida bajándola de la abstracción, y reflejando además un conjunto de sentimientos colectivos de la ciudadanía.
Las personas, el pueblo, tenemos nuestros representantes en las Cortes Generales y otras instituciones territoriales, y no es función de objetos como la bandera, ni del Jefe del Estado monárquico, representar nuestros intereses políticos, pues para ello votamos a diputados, senadores, concejales, etc. Existen otros símbolos partidarios, culturales y personales que también nos identifican y que permiten esa asociación sentimental con distintas realidades parciales (por ejemplo, una cruz respecto de ideas religiosas, un lazo frente a la violencia de género, un himno de Sabina para los atléticos, una lengua fuera para los seguidores de los Rolling). Lo que no tiene ningún sentido, y menos en los peores tiempos de los últimos treinta años, es enzarzarse en batallas dialécticas sobre esta simbología, es decir sobre objetos y sujetos de poso sentimental, precisamente cuando los sentimientos están a flor de piel y la crispación aflora. Los símbolos son símbolos y merecer respeto, pero han de servir para la unión y no para la discordia. Dicho esto, me parece de personas horribles y ‘mu malas’, comportarse como sigue: me apetece criticar los símbolos, todos, incluidos los constitucionales y patrios, y estoy en mi derecho de hacerlo en cualquier momento, también ahora que medio se acaba el mundo.
Eso sí, como alguien defienda esos símbolos y me contradiga, digo que se los están apropiando y perjudicando la vocación de representar a todos, que es su esencia. En efecto, eso está sucediendo: quienes defienden ahora los símbolos que tenemos, son acusados de patrimonializar los mismos, y de excluir a los que no se sienten identificados con ellos. El mundo al revés: el asesinado que le mancha la navaja al pobre asesino. Un poco de cordura (para todos): no acudan a lo instintivo (reflejado en lo simbólico) para dejar de explicar el contenido de las cosas importantes y palpables, y mantengan fuera del debate estos cuatro elementos formales, que no inciden en nuestra salud, vida y haciendas. Lo decía hace unos días en esta columna con el marrón del Rey Juan Carlos: el fondo del asunto, como entonces, no es el Viva el Rey o el Viva la República.
La clave es el análisis sereno de cada problema cuando surge, diseccionado pacientemente, y no resumido en un tweet o un pie de foto.