Javier Ruiz

LA FORTUNA CON SESO

Javier Ruiz


El ejemplo del gobernante

28/01/2021

El lunes pasado Emiliano García-Page fue a recibir al Rey de España  que venía a inaugurar una nueva planta de Seur en Illescas. Su madre había fallecido horas antes en Toledo después de que un cáncer la tuviera maltrecha los últimos meses. El presidente de la Junta decidió acudir a cumplimentar al Jefe del Estado, saludarlo, darle la bienvenida y excusarse para acudir nuevamente a velar el cuerpo de su madre. Don Felipe, rompiendo el protocolo, le estrechó cariñosamente los brazos agradeciéndole el gesto. La fotografía no deja lugar a la duda. El rostro pálido, blanquecino del presidente, junto al pelo revuelto y sudoroso daban muestra del dolor y cansancio de las últimas horas. Page podía haberse quedado en el tanatorio, pero prefirió no saltarse la agenda. Cualquier otro acto podía haberse pospuesto, pero entendió que había que estar con el Rey, aun habiéndose muerto doña Gregoria unas horas antes. A veces la vida trae estas cosas de golpe, sin tiempo a respirar. La muerte es siempre un putadón, por más que la estés esperando.
Luego escribió en redes sociales que agradecía enormemente todas las muestras de cariño recibidas a través de mensajes y condolencias, pero recordó que al velatorio solo podían ir seis. Y seis fueron, no más. Page dio sin saberlo la mejor y mayor lección que una persona puede dar en la vida, máxime si es gobernante. Predicó con el ejemplo, las obras, los hechos. En un país donde la política se precipita por quién sabe dónde, Emiliano mantuvo la sangre fría para prescribir la receta que nunca falla, la enseñanza infinita, la que jamás se borra de la memoria. Educa más un padre con el gesto que con la frase, por más que la frase la repita machaconamente. Igual pasa con los políticos.
    Recuerdo cuando falleció mi madre que el poco consuelo que uno encuentra es el abrazo de los amigos. El virus ha hecho que ni tan siquiera eso nos podamos llevar como bálsamo. De un año acá, he visto ya muchos amigos partir en la soledad de la pandemia. Funerales hechos de tapadillo, deprisa y corriendo... Vámonos, que cierran el cementerio y hay que enterrar al siguiente. El frío de este invierno lo llevaremos en el alma hasta que no demos con el bicho por el suelo. Y mientras tanto, el aire se espesa en su grisura.
    Emiliano es un gobernante distinto a lo que habitualmente conozco. Lo digo, lo repito y lo firmo por más que me llamen cansino o pelota. No tengo necesidad alguna y socialista, como es evidente, no soy. Su talla humana es enorme o, al menos, conmigo siempre lo ha demostrado. Por eso me sorprendió tanto las veces que resbaló el año pasado en lo más duro de la pandemia. Pero somos de carne y hueso, mortales sin remisión. Recuerdo cuando fue alcalde contarme su primer Corpus en la radio con el bastón y el collar mozárabe. La gente lo aplaudía, pero se quedaba con la cara de su madre viéndolo desfilar tras la Custodia. Ahora vuelve a las cuarenta y ocho horas del duelo y sigue trabajando. Yo hice lo mismo, aunque cada persona es un mundo y necesita su tiempo. La muerte de una madre es probablemente una de las experiencias más tristes y dolorosas por las que hay que pasar. A mí, se me murió en las manos y aun llevo caliente el último hálito de sus dedos. Dice Igea que doña Gregoria dejó un buen regalo, su hijo. Sea como fuere, no se puede ser buen político sin ser buena persona. Exactamente igual que Kapuscinski dijo del periodista.