Miguel Ángel Jiménez

Comentario Dominical

Miguel Ángel Jiménez


Revoluciones

16/07/2021

Desde no hace tanto tiempo se vislumbra con claridad que estamos en una nueva época en la que se está dando a luz a un nuevo hombre. No se trata solo de comportamientos distintos, de acentos o de diferencias generacionales. Quizá hace unos años era eso lo que parecía que estaba ocurriendo: un cambio generacional como otros que se habían dado en la historia, pero sin arrojar un balance de cambio sustancial.
La ruptura con todo lo anterior junto con una forma de relacionarse con la realidad nueva y distinta, en buena medida provocada por los cambios tecnológicos dan lugar a un nuevo sujeto. Una rapidez vertiginosa envuelta en fake news que impide descubrir serenamente dónde puede estar alojada la verdad, aunque sea parcialmente; la necesidad de sensaciones; un nuevo sistema económico y político; la disolución de la amplia clase media que solo ha sido protagonista de la historia en los últimos sesenta o setenta años; la brecha digital con la imposibilidad creciente del acceso a la cultura dando lugar a un analfabetismo futuro, aunque inmediato. En este escenario hemos perdido el concepto (y la realidad) del bien común. 
En realidad estamos siendo testigos de un escenario desolador porque también la política ha perdido de su horizonte la sociedad a la que sirve para convertirse en estrategia para vencer. 
¿Cabe la esperanza? Sí, la que solo puede protagonizar una persona que mira a otros no como extraños sino como hermanos; no como enemigos o contrincantes sino colaboradores necesarios en la construcción de lo común. La revolución es la de ser custodios, protectores unos de otros. No hay mayor revolución que la suave caricia de la mirada del hermano.