Manuel López Camarena

El Yelmo de Mambrino

Manuel López Camarena


Marlasca debe dar la cara, tenga o no tenga razón

10/11/2022

Esta que estamos viviendo no sería la primera etapa, o el primer ciclo de la vida y milagros de la que hemos dado en llamar España democrática, en que el campeón de campeones, o uno de los varios campeón de campeones, se ve golpeado por el enemigo implacable que suele ser, que es indefectiblemente, lo dicho tiempo ha sobre algo, de y sobre cualquier cosa, a lo que no son ajenas las hemerotecas de los medios de comunicación de cualquier tipo y formato. Esto es lo que estamos viviendo, lo que estamos pasando ahora, con el escándalo, porque lo es y gordo, del ministro español de Interior, señorito Grande-Marlasca, del frustrado, o semi abortado, asalto a territorio español en la frontera de Melilla, el pasado año. Todos recordamos la avalancha de subsaharianos indocumentados -varios miles a la vez- que intentaron llegar a aquella ciudad, poniendo en jaque a las fuerzas fronterizas de ambos países, con un saldo de muertes superior a la veintena. El meollo radica en que, víctimas al margen como es natural, se produjo una actuación demoníaca con imágenes dantescas de montones de personas, muertas y heridas, tiradas por el suelo y que para restar dramatismo a la realidad y a los testimonios gráficos, fueron arrastradas y amontonadas como sacos llenos de lo que cada uno quiera imaginar. De estas personas, según se desprende de los testimonios gráficos, algunas habían caído en territorio español y, cadáveres seguramente, fueron arrastrados hasta territorio marroquí, lo que constituye un episodio ayuno del más mínimo sentido de la humanidad y el respeto a las personas, vivas o muertas.
Grande-Marlasca, ministro de Interior a la sazón, alabó la actuación de las fuerzas policiales españolas y descartó que hubiese habido la más mínima irregularidad. Unos meses después, hace unos días, salta la noticia de la irregularidad, vídeos incluidos, que supone trasladar, presuntamente, cadáveres de un país a otro, siempre en una situación como la referida. La trifulca aquí, en España, ha estallado y parte de la oposición pide no sólo que el ministro, gran defensor de la democracia y los buenos modos para con casi todos, como demostró en sus tiempos de trato con gentes como las de ETA, mantiene que todo lo actuado en la frontera hispano marroquí fue correcto en extremo y que atacándole a él y removiendo el tema, no se, digamos, defiende a España y a las fuerzas policiales españolas. Pedro Sánchez, de viaje particular de cara a su futuro internacional, que es lo que busca, calla, casi como callaban los cadáveres de aquel triste, vergonzoso y criminal suceso. Y es que no hay que llamarse Queipo de Llano o Azaña para que te salpique la sangre de diez o cientos, ni Lorca o Seisdedos para que haya quien te la quiera quitar y lo haya hecho.