Miguel Romero

CATHEDRA LIBRE

Miguel Romero


Inquina

27/12/2021

Leía en un artículo de Cieza, localidad murciana, este titular 'La inquina, una razón perversa' y me sobrecogía por la frase. Cierto es que si vamos al diccionario la palabra 'inquina' dice que es un sentimiento de aversión o antipatía hacia una persona o cosa; tal vez, esa mala voluntad que implica desprecio intenso, intención perversa o envidia poco sana. Sin duda, la inquina es una interferencia en los deseos e intenciones del otro con el fin de que no logre lo que pretende o le provoque desacreditación.
Y es que estamos en Navidad, tiempo de felicidad por haber nacido el Niño Dios en Belén, un acto histórico que sirve de emblema para el mundo católico y sobre todo, para el mundo mundial, religioso o no, y eso me lleva a ser benévolo o pedir la benevolencia del pueblo, la deseada paz, la tranquilidad, el buen 'rollo', la convivencia pacífica y más las bondades que la maldades sociales.
Pero el mundo, socialmente hablando, no está lleno solo de 'buena gente' y eso es la lástima que nos ocupa, porque puedas llevar o no razón, ser más o menos inteligente, tener gran capacidad o no llegar al listo de normal, ser prudente o poco generoso, ser hábil o torpe, culto o inculto, virtuoso profesor o docente malquerido, no sé…, pero lo que debemos de intentar es, ser respetuosos con los demás, dejar la inquina al lado, la envidia sobre todo, cuando no es 'sana' sino irónica, perversa o intolerante, porque a fin de cuentas, cada uno de nosotros ocupa el lugar que le corresponde, ha llegado a donde se merece –buena o malamente-, tiene los amigos que ha sembrado y puede ser respetado hasta el límite merecido, por eso, para qué ser 'malo, malillo' y desear el fracaso del prójimo, o la necedad del necio, esa que no la ve el implicado y todos los que pasan a su lado, advierten con claridad.
Estamos en Navidad, amigos, procuremos sentir el sosiego de nuestro corazón porque así oiremos bondades y no maldades, cumplamos con nuestra familia –que es lo más grande que podemos tener-, intentar sentir cercanos a los amigos –porque la amistad sincera es clave en tiempos de hipocresía y envidias-, tengamos la conciencia tranquila y de esa manera, intentaremos ser 'buenas personas', esas que se ríen de uno mismo y no de los demás, que procuras enmendar tus errores –que como humano los tienes- y no descargas tu ira y tu rabia –a veces odio- en quienes te superan o te demuestran cuál es el valor de la pequeñez del ser humano cuando la humildad reina. Maestros de la soberbia no interesan, maestros del orgullo no convienen, 'maestros' del silencio, de la sencillez, de la generosidad, todos, porque esos deberán ser nuestros aliados.
Dijo Baudelaire que 'el odio es un borracho al fondo de una taberna que constantemente renueva su sed con la bebida'. Por eso, ¡qué lástima tener inquina u odio a alguien, posiblemente por envidia!

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